|  | "Borges 
            / De Man / Derrida / Bloom" La desconstrucción "avant et 
            après la lettre"
 Extraído de Diseminario
 Montevideo, XYZ, 1987
 p. 119-123
   "Quisiera comentar esta noche un fenómeno curioso que 
              se produjo en la crítica internacional. Tres críticos 
              que se encontraban en pleno proceso de elaboración y en muy 
              diferentes teorías literarias el belga Paul de Man, 
              el francés Jacques Derrida, y el norteamericano Harold Bloom- 
              tomaron a Jorge Luis Borges como tema o pretexto de sus especulaciones. 
              ¿Por qué precisamente Borges? Intentaré realizar 
              con ayuda de ustedes un examen de las articulaciones críticas 
              de esta situación insólita. 1. El primero tal vez en interesarse en Borges fue Jacques Derrida 
              pero como sus primeras observaciones eran oblicuas y no crípticas, 
              prefiero empezar por Paul de Man. Hacia 1964, de Man dedicó un extenso estudio a la obra de 
              Borges que se publicó en la New York Review of Books, 
              una de las más prestigiosas revistas de crítica literaria 
              del país y que había sido creada como una versión 
              norteamericana del Times Literary Supplement de Londres. 
              Hasta cierto punto, aunque no tan deliberadamente erudita, como 
              su modelo, la New York Review practicaba lo que en inglés 
              se llama "review-article" es decir: un artículo 
              de formato más extenso que las reseñas habituales 
              y que a veces llegaba a cubrir, página tras página 
              de la Review. El artículo de de Man era extenso pero 
              no agobiante. Se titulaba "Un maestro moderno: Jorge Luis Borges". 
              Ya el título era un homenaje pero lo más importante 
              era la inteligencia con que de Man analizaba a Borges. Esa inteligencia 
              era previsible. En primer lugar porque de Man, con su formación 
              filosófica tanto en francés, alemán como inglés, 
              podía permitirse proyectar la obra de Borges sobre un contexto 
              internacional. En segundo lugar porque en ese momento de Man estaba 
              empeñado en estrechar vínculos entre la crítica 
              francesa (entonces muy apegada al estructuralismo) y la norteamericana 
              que, aunque tributaria de la francesa, no se había limitado 
              a seguirla al pie de la letra y siempre había pensado buscar 
              otra forma de teoría y crítica para enriquecer el 
              diálogo. Es precisamente en este punto de acercamiento y 
              diálogo que se sitúa el estudio de Man sobre Borges. No creo que necesite ser glosado en detalle. Bastará examinar 
              los puntos centrales. De Man ve nítidamente que el mundo 
              de Borges "es la representación no del mundo real sino 
              de una proposición intelectual"; que el tema de sus 
              cuentos es "la creación misma de un estilo"; que 
              sus narraciones "tratan del estilo en que están escritas". Para de Man, Borges debe ser leído como un escritor que 
              escribe literatura y no como un productor de otra cosa. Sus textos 
              tratan de su propia producción (de Man habla de estilo), 
              es decir, leer un cuento de Borges es leer algo más que una 
              narración o relato. Un ejemplo que de Man ofrece pero que 
              está implícito en su análisis sería 
              el famosos cuento "La muerte y la brújula". Puede 
              ser leído(a) como relato policial; (b) como parodia del relato 
              policial (Borges invierte paródicamente los cuentos de Poe); 
              (c) como relato casi cosmológico del combate entre el detective 
              y el criminal ya que este, al ser derrotado, sugiere la posibilidad 
              de otro encuentro a la luz del eterno retorno; etc., etc. A partir de de Man se puede instaurar una crítica de Borges 
              que corresponda realmente a los artificios retóricos de ese 
              maestro moderno. Muchos años después de publicado 
              el artículo, conversando con Paul de Man en Yale, le pregunté 
              porqué no había escrito más sobre él 
              y me dijo que no era por falta de interés sino porque estaba 
              enteramente ocupado por otros temas. Pero que recordaba con nostalgia 
              la posibilidad de poder escribir sin restricciones sobre temas como 
              Borges. 2. Muy diferente es el caso de Derrida. El Borges que él 
              lee, comenta o alude, tiene que ver más con las especulaciones 
              filosóficas del propio Derrida, que con ningún interés 
              específico en analizar la obra de Borges. De hecho no hay 
              en él, "análisis" de su obra. Hay alguna 
              referencia tantalizadora como en el trabajo sobre Emmanuel Levinas 
              de 1974 sobre "Violence et Métaphysique", más 
              tarde recogido en Lécriture et la différence 
              (1967). La referencia a Borges es mínima. Consiste en dos 
              citas del famoso artículo "La esfera de Pascal": 
              "Quizá la historia universal es la historia de la diversa 
              entonación de algunas metáforas". Pero si la referencia parece menor, de hecho para Derrida tenía 
              otra significación. Era el tributo a un escritor que él 
              había empezado a leer entre 1961 y 1962 y que hasta 1968, 
              por lo menos, tuvo una cierta influencia. "Il ma séduit". Pero a partir de esa fecha 
              Derrida dejó de leer a Borges. La paradoja que encierra esta 
              decisión es que, realmente, Derrida no dejó de pensar 
              en Borges y el resultado de esa lucubración silenciosa se 
              puede ver en "La pharmacie de Platon". En este ensayo, 
              denso, que se dispara en mil direcciones, hay un momento en que 
              al estudiar la relación entre oralidad/paternidad y escritura/condición 
              filial, Derrida introduce tres epígrafes en forma que él 
              ha calificado coloquialmente de sandwich: un texto de Joyce emparedado 
              entre dos de Borges. Para el lector superficial, lo que tienen de 
              común esos epígrafes es que reiteran la vinculación 
              entre Toth, el dios de la escritura y la muerte. Para una lectura más lúcida, el significado es otro. 
              Tanto Joyce como Borges tienen otra dimensión en el texto 
              de Derrida. Borges establece con el texto una suerte de diálogo, 
              tal vez indefinido pero presente a partir de la asunción 
              por Borges de la escritura como muerte que evita el reconocimiento 
              explícito de que esa muerte "es un parricidio". 
              En tanto que Joyce, que parece apenas una confirmación literaria 
              del mismo asunto, es en realidad la clave de una dimensión 
              totalmente inesperada del ensayo. Comentándolo con Derrida, 
              me dijo en 1984 que le parecía un poco grecisé. 
              De hecho era todo lo contrario. Hacia donde se dirigía Derrida 
              era a una lectura de Platón a la luz de Finnegans Wake. Esta posibilidad resultaba, a primera vista, un delicado disparate. 
              Sin embargo, si se vuelve a leer el ensayo a la luz de Joyce, se 
              advierte que no lo es. Derrida se sale de la pharmacie o 
              botica para mirar el cielo, meditar, ser Platón, es decir, 
              para entrar en una ficción cuyos límites desconocemos. 
              No es casual entonces que su próxima obra más ambiciosa 
              sea precisamente Glas (1981), inmenso, proliferante y hasta 
              repetitivo collage en que Finnegans Wake aparece no sólo 
              como modelo sino también como provocación. A diferencia 
              de Joyce, Derrida utiliza también el collage visual a la 
              manera de Arno Schmidt. "La pharmacie de Platon", se abre hacia el mito y la 
              cosmogonía. Desde este punto de vista, naturalmente, Borges 
              parece haber desaparecido. De hecho nunca estuvo tan presente. Con 
              su estilo minimalista, él también ha jugado el juego 
              de Finnegans Wake. 3. La preocupación de Harold Bloom por Borges es esporádica 
              pero bastante antigua. Ya en 1970, al publicar su obra sobre Yeats, 
              hacía una referencia al famoso ensayo de Borges sobre "Kafka 
              y sus precursores". La cita era breve pero precisa. Bloom veía 
              en ese ensayo una prueba de que todos los autores sufren de una 
              anxiety of influence (ansiedad de influencia) y que Borges 
              lo había explicado magníficamente en este ensayo. 
              Pero no es hasta la publicación(1973) de un libro entero 
              dedicado a The Anxiety of Influence que Bloom muestra cómo 
              él lee a Borges. El primer capítulo está dedicado 
              al tema y su principal teorizador es Borges. Cita una frase del 
              ensayo de Borges sobre Kafka en que aquel dice que los poetas crean 
              a sus precursores. Más adelante, en el mismo capítulo, 
              Bloom elogia la intuición ingeniosa de Borges de que los 
              artistas crean a sus precursores, "como por ejemplo el Kafka 
              de Browning crea el Browning de Borges". Esto le permite justificar 
              una forma de parricidio: la del escritor que necesita tomar un modelo 
              fuerte anterior, para entrar en competencia. En el caso de 
              Bloom se trata naturalmente de una competencia entre autores. Lamentablemente, esto no tiene nada que ver con el texto de Borges. 
              Cuando Borges señala que haber leído a Kafka determina 
              en el lector una visión kafkiana del resto de la literatura 
              no se refiere a autores ni a polémicas parricidas entre autores. 
              Se refiere a textos. Basta leer un párrafo del ensayo que 
              dice literalmente: "Creí reconocer su voz (la 
              de Kafka) o sus hábitos (literarios), en textos 
              de diversas literaturas." Es decir, leer a Kafka nos 
              hace leer de otra manera otros autores. Harold Bloom confunde intertextualidad 
              con parricidio. Esta confusión, en realidad, lo favorece. Al fin y al cabo, 
              ¿no es él el apóstol del misreading 
              y misprisions. Esa teoría fomenta la idea de error 
              creativo. Desde este punto de vista, su error es originalísimo. Ya Paul de Man, en una reseña de The Anxiety of Influence, 
              que está recogida en la segunda edición de Blindness 
              and Insight (1983), había señalado precisamente 
              este error creativo. La lectura idiosincrática que hacen De Man, Derrida y Bloom 
              de Borges revela que a cierta altura de su desarrollo crítico, 
              Borges sirvió de estímulo, de interlocutor caché 
              y hasta de cabeza de turco. Para el lector hispánico, la 
              lectura es otra: Borges aparece como un agente catalizador en el 
              centro del debate internacional sobre la crítica literaria. EMIR RODRIGUEZ MONEGAL 4 de noviembre 1985"   |