|  | J. B. J'ai l'impression 
              qu'on m'a lu en France, d'une façon tellement intelligente. 
              Peut-être m'a ton lu avec plus d'intelligence que je n'ai 
              mis à écrire, moi! J'ai l'impression qu'on m'a enrichi 
              un peu ou beaucoup en me lisant. G. 
              C. Nous avons l'impression de nous être enrichis en vous lisant! J. 
              B. Eh bien c'est réciproque, tant mieux! Mais quand je vois 
              les analyses qu'on a faites de mes nouvelles, comment on les a lues, 
              comment on les a prises au sérieux, et comment, en même 
              temps, on a senti ce qu'il y a d'humour, d'humour un peu secret 
              peut-être...   Georges Charbonnier: Entretiens 
              avec Jorge Luis Borges (Paris, 1967) Los franceses han sido los primeros viajeros no hispánicos 
              en intentar una cartografía de esa terra incognita 
              que cubre el nombre de Jorge Luis Borges. Ya en 1925, Valéry 
              Larbaud, lector polígloto e impune de la nueva literatura, 
              dedicaba un artículo al primer libro de ensayos, Inquisiciones, 
              del entonces joven poeta argentino. Por esos mismos años, 
              un joven de origen vasco-francés, Néstor Ibarra esbozaba 
              una tesis universitaria para la Facultad de Filosofía y Letras 
              de Buenos Aires sobre la nueva poesía argentina. En 1933, 
              Drieu la Rochelle, al regresar de una visita a la Argentina en momentos 
              en que todos discutían el último libro de ensayos 
              de Borges (Discusión, 1932), descubría que 
              "Borges vaut le voyage". En 1939, Ibarra publica en 
              Mesures, la (tal vez) primera traducción de Borges en 
              Francia: "El acercamiento a Almotásim". En plena 
              guerra, Roger Caillois, que entonces reside en Buenos Aires, funda 
              allí, con el patrocinio de Victoria Ocampo, una revista de 
              la Francia Libre, Lettres françaises, donde se publicarán 
              más traducciones de Borges y textos sobre su obra.(1) Después de la guerra comienza la avalancha: hay traducciones 
              por todas partes, y en particular en Cahiers du Sud, en La 
              Nouvelle NRF, en Les Temps Modernes. En esta última 
              revista, la más discutida en los años de la segunda 
              posguerra, se publica un enciclopédico y provocativo artículo 
              de Etiemble: "Un homme à tuer: J. L. Borges" (Paris, 
              setiembre 1962), en que se discute el supuesto "cosmopolitismo" 
              del autor argentino. En 1951, Caillois empieza a publicar, más 
              o menos ordenadamente, en su colección "La Croix du 
              Sud", de Gallimard, la traducción de los libros más 
              importantes de Borges: en el primer volumen, Fictions, uno 
              de los traductores es el ubicuo Néstor Ibarra; el último 
              hasta la fecha, Oeuvre poétique 1925-1965, es de Ibarra 
              solamente.(2) Entre 1951 y 1970, fecha de 
              este último volumen, la fortuna de Borges en Francia, y en 
              el resto del mundo occidental, ha alcanzado proporciones incalculables. 
              Ya en 1961, al recibir ex-aequo con Samuel Beckett el Premio 
              Internacional de Editores, otorgado en Formentor, Borges empieza 
              su firme carrera internacional. En la concesión de ese premio, 
              Borges contó no sólo con el apoyo de los editores 
              de habla española, sino con el imprescindible de los franceses. 
              Tres años después del premio, el volumen colectivo 
              que le dedica L'Herne (marzo 1964) reúne más 
              de 60 escritores y críticos de distintas partes del mundo 
              para quienes Borges efectivamente vale el viaje. A partir de entonces, 
              Borges se convierte no sólo en punto de referencia obligado 
              cuando se trata de un cierto tipo de literatura (su nombre aparece 
              frecuentemente asociado a los de Kafka o Nabokov) sino en punto 
              de partida para especulaciones críticas como las efectuadas 
              por Genette y Ricardou, como estímulo para la invención 
              narrativa (Robbe-Grillet), filosófica (Michel Foucault), 
              cinematográfica (Godard). Por eso es literalmente imposible 
              trazar en un breve artículo el laberíntico diseño 
              de la presencia de Borges en la cultura francesa de hoy. Desde la 
              cita de un texto suyo con que inaugura Foucault su libro, Les 
              mots et les choses (1966) hasta la cita, no identificada, con 
              que el cerebro electrónico de Alphaville (1965) hace 
              suyas unas palabras de la conclusión de "Nueva refutación 
              del Tiempo",(3) la fortuna de Borges 
              en Francia cubre todos los campos y va de la Sorbonne a las fortalezas 
              de la cultura pop. De todo ese entrecruzado y caótico sistema de referencias, 
              un núcleo de especulación crítica se destaca 
              notablemente. Es el núcleo que se forma en torno de ciertas 
              ideas de Borges sobre la narración y sobre su propia práctica 
              de narrador. Tal vez convenga examinar con algún detalle 
              las piezas fundamentales que componen ese núcleo y que, en 
              su mayor parte, son obra de lo que podemos llamar por comodidad 
              la Nouvelle critique. EL INFINITO LITERARIO Corresponde a uno de los maestros de esa nueva crítica, 
              al inagotable Maurice Blanchot, el mérito de haber descubierto 
              uno de los aspectos centrales del juego literario de Borges. En 
              un ensayo que está recogido en Le livre à venir 
              (Paris, 1959), pero que es seguramente de 1953, Blanchot ataca el 
              centro de la weltanschauung literaria de Borges: la noción 
              de infinito.(4) Blanchot afirma:  
               
                Je soupçonne Borges d'avoir reçu l'infini 
                  de la littérature. Ce n'est pas pour faire entendre qu'il 
                  n'en a qu'une calme connaissance tirée d'oeuvres littéraires, 
                  mais pour affirmer que l'expérience de la littérature 
                  est peut-être fondamentalement proche des paradoxes et 
                  des sophismes de ce que Hegel, pour l'écarter, appelait 
                  le mauvais infini. (116) Pasa luego Blanchot a demostrar que cualquier espacio limitado 
              puede convertirse en infinito si se vuelve de golpe para nosotros 
              un espacio oscuro, si la ceguera (real o metafórica) nos 
              invade.  
               
                Pour l'homme mesuré et de mesure, la chambre, le 
                  désert et le monde sont des lieux strictement determinés. 
                  Pour l'homme désertique et labyrinthique, voué 
                  à l'erreur d'une démarche nécessairernent 
                  un peu plus longue que sa vie, le même space sera vraiment 
                  infini, même s'il sait qu'il ne l'est pas et d'autant 
                  plus qu'il le saura. (116) Al definir así a Borges como un ser laberíntico, 
              encerrado en el espacio que la oscuridad y la ceguera vuelven infinito, 
              Blanchot sienta las bases para lo que sigue. Un somero análisis 
              del espacio infinito permite a Blanchot mostrar que es una prisión 
              de la que es imposible salir: no hay línea recta, no se va 
              jamás de un punto a otro, no se parte jamás de un 
              lugar para ir a otro, no hay punto de partida ni se puede dar comienzo 
              a la marcha. Antes de empezar, ya se está volviendo a empezar, 
              se vuelve antes de partir. Tal es el secreto del infinito "malo", 
              de que hablaba Hegel, y que corresponde a la "mala" eternidad.  
               
                Borges, homme essentiellement littéraire (ce qui 
                  veut dire qu'il est toujours prêt à comprendre 
                  selon le mode de comprehénsion qu'autorise la littérature), 
                  est aux prises avec la mauvaise eternité et la mauvaise 
                  infinité, les seules peut-être dont nous puissions 
                  faire l'épreuve, jusqu'à ce glorieux retournement 
                  qui s'appelle l'extase. (117) Al insistir sobre el carácter esencialmente literario de 
              Borges (el hombre y no sólo la obra), Blanchot prepara el 
              terreno para examinar uno de los conceptos básicos de su 
              mundo imaginario: la identificación del libro y el mundo. 
              A primera vista, apunta Blanchot, esta identificación serviría 
              para tranquilizar a un espíritu libresco, y sobre todo a 
              un aficionado a esos libros de ficción, organizados hábilmente 
              como problemas completamente oscuros a los que se encuentra soluciones 
              completamente claras: las novelas policiales. Pero en Borges no 
              hay tranquilidad posible.  
               
                Mais si le monde est un livre, tout livre est le monde, 
                  et de cette innocente tautologie, il résulte des conséquences 
                  redoutables. Ceci d'abord, qu'il n'y a plus de borne de référence. 
                  Le monde et le livre se renvoient éternellement et infinitement 
                  leurs images réflétées. Ce pouvoir indéfini 
                  de miroitment, cette multiplication scintillante et illimitée 
                  -qui est le labyrinthe de la lumière et qui du reste 
                  n'est pas rien- sera alors tout ce que nous trouverons, vertigineusement, 
                  au fond de notre désir de comprendre. Ceci encore, que si le livre est la possibilité du 
                  monde, nous devons en conclure qu'est aussi à l'oeuvre 
                  dans le monde non seulement le pouvoir de faire, mais ce grand 
                  pouvoir de feindre, de truquer et de tromper dont tout ouvrage 
                  de fiction est le produit d'autant plus évident que ce 
                  pouvoir y sera mieux dissimulé. (117-118) Del infinito "malo" de Hegel al infinito literario de 
              Borges, Blanchot se mueve con la mayor sutileza de análisis. 
              Su insistencia en el carácter literario de este hombre y 
              esta obra no implica ninguna desvalorización, ni siquiera 
              en el terreno moral. Por el contrario, Blanchot habrá de 
              subrayar precisamente el valor moral de esta actitud.  
               
                Fictions, Artifices risquent d'être les noms 
                  les plus honnêtes que la littérature puisse recevoir; 
                  et reprocher à Borges d'écrire des récits 
                  qui répondent très bien à ces titres, c'est 
                  lui reprocher cet excès de franchise sans lequel la mystification 
                  se prend lourdement au mot (Schopenhauer, Valéry, on 
                  le voit, sont les astres qui brillent dans ce ciel privé 
                  de ciel). (118) Escritas hacia 1953, estas palabras de Blanchot no fueron lamentablemente 
              oídas por una generación de críticos argentinos, 
              e hispanoamericanos, que se lanzaron entonces a acusar a Borges 
              de juego, de bizantinismo, de mala fe, en el sentido sartriano del 
              término. La admiración, algo servil, de estos jóvenes 
              críticos de entonces por la literatura francesa (todos habían 
              leído y repetido los argumentos del debate sobre la literatura 
              "engagée"), no les había enseñado 
              a distinguir dentro de ella lo que era pensamiento original (Bachelard, 
              Bataille, Blanchot, el primer Sartre) y lo que era tan sólo 
              reflejo de una situación política de alcance muy limitado. 
              Pero ésta es otra historia. El análisis de Blanchot 
              ya marca, en 1953, un punto de partida fecundo.(5) 
              A partir de allí, es fácil para Blanchot mostrar que 
              para Borges las palabras "truco" o "falsificación" 
              implican algo muy distinto de lo que generalmente pensamos. En vez 
              de negar la dignidad de la literatura, la afirman, porque la dignidad 
              de la literatura no esta en la existencia de un gran autor sino 
              en la existencia de una gran literatura.  
               
                Borges comprend que la périleuse dignité de 
                  la littérature n'est pas de nous faire supposer au monde 
                  un grand auteur, absorbé dans de rêveuses mystifications, 
                  mais de nous faire éprouver l'approche d'une étrange 
                  puissance, neutre et impersonnelle. (... ) l'essentiel, c'est 
                  la littérature, non les individus, et dans la littérature, 
                  qu'elle soit impersonnellement, en chaque livre, l'unité 
                  inépuisable d'un seul livre et la répétition 
                  lassée de tous les livres. (118) La consecuencia narrativa de esta concepción (que Borges 
              mismo ha desarrollado en "La flor de Coleridge", ensayo 
              de Otras inquisiciones, 1952), aparece indicada por Blanchot 
              al referirse al extraño relato, "Pierre Menard, autor 
              del Quijote" (está en Ficciones, 1944), 
              en que basta atribuir a un escritor contemporáneo algunos 
              fragmentos de la novela de Cervantes, para que dichos textos cambien 
              de significado. Toda escritura es traducción, apunta Blanchot. 
              Aquí está el germen de un análisis que retomará 
              casi diez años más tarde la crítica francesa 
              y que examinaremos al repasar los trabajos de Gérard Genette. 
              El artículo de Blanchot concluye señalando:  
               
                Dans une traduction, nous avons la même oeuvre en 
                  un double langage; dans la fiction de Borges, nous avons deux 
                  oeuvres dans l'identité du même langage et, dans 
                  cette identité qui n'est pas une, le fascinant mirage 
                  de la duplicité des possibles. Or, là où 
                  il y a un double parfait, l'original est effacé, et même 
                  l'origine. Ainsi, le monde, s'il pouvait être exactement 
                  traduit et redoublé en un livre, perdrait tout commencement 
                  et toute fin et deviendrait ce volume sphérique, fini 
                  et sans limites, que tous les hommes écrivent et où 
                  ils sont écrits: ce ne serait plus le monde, ce serait, 
                  ce sera le monde perverti dans la somme infinie des ses possibles. 
                  (Cette perversion est peut-être le prodigieux, l'abominable 
                  Aleph.) (118-119) La paradoja última del análisis de Blanchot es que 
              la literatura no es un simple engaño sino "el peligroso 
              poder de ir hacia lo que es, por la infinita multiplicidad de lo 
              imaginario". En lo imaginario reside lo infinito. Hay en el 
              mismo libro de Blanchot otras referencias a Borges y, en particular, 
              a uno de sus textos críticos más importantes, el prólogo 
              a La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. Publicado 
              en 1940, al frente de esa novela fantástica, el prólogo 
              es casi desconocido para muchos lectores, y aún críticos, 
              de Borges. Es, sin embargo, imprescindible para comprender su estética 
              de la narración. Blanchot (como en otro contexto, Robbe-Grillet) 
              le dedica dos veces su atención. En el capítulo titulado 
              muy borgianamente, "Le secret du Golem" Blanchot examina 
              la novela de Bioy y menciona la opinión de Borges sobre ella; 
              en otro capítulo, "Le tour d'écrou", sobre 
              Henry James sus Notebooks, Blanchot parafrasea algunos conceptos 
              del prólogo a La invención de Morel, especialmente 
              los que se refieren a la superioridad de la novela moderna en el 
              campo de la invención de tramas y argumentos, lo que los 
              ingleses llaman "the plot". Aquí Blanchot cita 
              a Borges para disentir de él. El ejemplo de Kafka y el ejemplo 
              de James (específicamente: Der Prozes, y The Turn 
              of the Screw), que el propio Borges cita en su prólogo, 
              le sirven para refutar al autor argentino. No es posible analizar aquí en detalle los argumentos de 
              Blanchot ni presentar los contra-argumentos que un lector de Borges 
              podría sugerir. Baste indicar que la discrepancia central 
              se basa, tal vez, en el hecho de que Blanchot está usando 
              versiones francesas tanto del texto de los Notebooks como 
              del prólogo a La invención de Morel. Una lectura 
              trilingüe de los textos originales permitiría demostrar, 
              creo, que cuando James habla de "subjects", o Borges de 
              "tramas" o "argumentos", la traducción 
              francesa de "fables", o de "sujets", no es siempre 
              iluminadora. Es posible que Blanchot haya sido víctima de 
              un ligero error de traducción. Pero tratándose de 
              Borges, qué inevitable parece ser esto. Toda escritura es 
              traducción. HACIA LA LECTURA COMO ESCRITURA  Corresponde a Gérard Genette, en un artículo de 
              L'Herne (1964), llevar a su conclusión crítica 
              una de las observaciones más interesantes de Blanchot: la 
              que se refiere a "Pierre Menard, autor del Quijote". 
              En su primera versión, el artículo de Genette se titula, 
              programáticamente, "La littérature selon Borges". 
              Al recogerlo dos años después en el primer volumen 
              de Figures (1966), el título ha cambiado, tal vez 
              por influencia de Foucault. Ahora se llama, "L'utopie littéraire". 
              (En la versión de 1964 se hablaba a veces de "mythe" 
              donde ahora se habla de "utopie".) Examinaré la 
              versión más reciente porque es la que contiene un 
              desarrollo más completo del punto de vista del crítico.(6) Genette empieza por subrayar un aspecto de la obra de Borges que 
              suele desconcertar a ciertos lectores e irritar a no pocos críticos: 
              algunos de sus ensayos, observa, se reducen a un breve catálogo 
              de las diversas entonaciones que han tomado en el 
              curso de los siglos, una idea, un tema, una metáfora. El 
              crítico francés señala por esto que la obra 
              de Borges "semble possédée d'un étrange 
              démon du rapprochement". Buena parte de esta obra crítica 
              aparece dedicada a buscar las fuentes de un texto, o un autor; otra 
              parte a seguir la pista de los precursores. Por esta característica 
              doble, la obra de Borges se hace en parte susceptible de la acusación 
              de pedantería. La expresión es de Ibarra en su prefacio 
              a la traducción francesa de Ficciones; Genette la 
              cita para indicar un enfoque posible de este tema: Pero no la acepta.  
               
                Mais le goût de rencontres et des parallélismes 
                  répond chez Borges à une idée plus profonde, 
                  et dont les conséquences nous importent. Cette idée, 
                  nous en trouvons une formulation agressive dans le conte "Tlön, 
                  Uqbar, Orbis Tertius": "On a établi que toutes 
                  les oeuvres sont l'oeuvre d'un seul auteur, qui est intemporel 
                  et anonyme." (124) A partir de este texto, Genette señala en otros de Borges 
              (tomados ya de sus cuentos, ya de sus ensayos) la idea de una literatura 
              como "un espace homogène et réversible où 
              les particularités individuelles et les préséances 
              cronologiques n'ont pas cours". Genette razona que semejante 
              idea puede aparecer a los espíritus positivos como una simple 
              fantasía, o como un puro deseo. Pero señala que para 
              Borges es más bien un mito, "au sens fort du terme, 
              un voeu profonde de la pensée". Después de repasar 
              las dos perspectivas que ofrece Borges para explicar esta idea (la 
              panteísta, que cree en la unidad de un Espíritu creador; 
              la clásica, que desdeña discutir la pluralidad de 
              autores), Genette elige una tercera, que le parece más profunda:  
               
                Mais l'idée excessive de la littérature, 
                  où Borges se complait parfois à nous entrainer, 
                  désigne peut-être une tendance profonde de l'écrit, 
                  qui est d'attirer fictivement dans sa sphère l'integralité 
                  des choses existantes (et inexistantes), comme si la littérature 
                  ne pouvait se maintenir et se justifier à ses propres 
                  yeux que dans cette utopie totalitaire. Le monde existe, disait 
                  Mallarmé, pour aboutir à un Livre. (126) Hasta aquí Genette no ha hecho sino glosar muchos enfoques 
              que Borges ofrece en algunos cuentos y sobre todo en dos ensayos 
              de Otras inquisiciones ("La flor de Coleridge", 
              "Del culto de los libros") que también había 
              utilizado parcialmente Blanchot. Pero a partir de aquí, Genette 
              efectuará una lectura más acuciosa de "Pierre 
              Menard, autor del Quijote", lo que le permitirá 
              avanzar un poco más sobre lo observado por Blanchot. En aquel 
              cuento encontrará Genette la base para afirmar que la lectura 
              es  
               
                ... l'opération la plus délicate et la plus 
                  importante de toutes celles qui contribuent à la naissance 
                  d'un livre: ... (129) Al glosar el cuento, así como los textos mencionados de 
              Otras inquisiciones, Genette subraya la coincidencia del 
              punto de vista de Borges con el de Valéry (lo que también 
              había hecho al pasar Blanchot). Pero agrega elementos tomados 
              de un tercer artículo del citado libro de ensayos: "Kafka 
              y sus precursores", en que Borges llega a la conclusión 
              de que "cada escritor crea a sus precursores. Su labor 
              modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar 
              el futuro." Al citar este fragmento de Borges en su estudio, 
              omite Genette indicar que en el texto hay una llamada que remite 
              al lector a un libro de T. S. Eliot, Points of View (1941). 
              Al no reparar en la cita, Genette se priva de comprobar que el germen 
              del punto de vista de Borges ya estaba en un famoso ensayo de Eliot, 
              "Tradition and the individual talent", ensayo verdaderamente 
              germinal para esta teoría de la impersonalidad de la tradición 
              literaria, y de su reversibilidad. M ás inexcusablemente 
              que Genette (al fin y al cabo, especialista en literatura francesa), 
              el critico inglés Harold Bloom también cita en su 
              excelente libro sobre Yeats, aquel texto de Borges y también 
              pasa por alto la referencia a Eliot.(7) Volviendo a Genette, hay que subrayar que este enfoque de Borges 
              le permite esbozar la "admirable utopía" que encierra: 
              mito, agrega, que contiene más verdad que las verdades de 
              nuestra "ciencia" literaria.  
               
                La littérature est bien ce champ plastique, cet espace 
                  courbe où les rapports le plus inattendus et les 
                  rencontres les plus paradoxales sont à chaque instant 
                  possibles. (... ) La genèse d'une oeuvre, dans le temps 
                  de l'histoire et dans la vie d'un auteur, est le moment le plus 
                  contingent et le plus insignifiant de sa durée. (... 
                  ) Le temps des oeuvres n'est pas le temps défini de l'écriture, 
                  mais le temps indéfini de la lecture et de la mémoire. 
                  Le sens des livres est devant eux et non derrière, il 
                  est en nous: un livre n'est pas un sens tout fait, une révélation 
                  que nous avons à subir, c'est une réserve de formes 
                  qui attendent leur sens, c'est "l'imminence d'une révélation 
                  qui ne se produit pas", et que chacun doit produire pour 
                  lui-même. (131-132) Las palabras de Borges que Genette cita en este último párrafo 
              pertenecen al primer ensayo de Otras inquisiciones ("La 
              muralla y los libros") y sirven para concluirlo. Luego continúa 
              el crítico francés:  
               
                Tous les auteurs sont un seul auteur parce que tous les 
                  livres sont un seul livre, d'où suit encore qu'un seul 
                  livre est tous les livres, "et j'en sais qui, à 
                  l'égal de la musique, sont tout pour tous les hommes." 
                  La bibliothèque de Babel est parfaite ab aeterno; 
                  c'est l'homme, dit Borges, qui est un bibliothécaire 
                  imparfait; parfois, faute de trouver le livre qu'il cherche, 
                  il en écrit un autre: le même, ou presque. La littérature 
                  est cette tache imperceptible -et infinie. (132) Por el camino de la identificación entre todos los libres 
              y todos los autores, Genette ha retornado a la noción de 
              infinito de la que habla partido Blanchot. La novedad de su enfoque, 
              con respecto al de éste, es insistir más en el análisis 
              puramente literario. Además, en los últimos párrafos 
              de su ensayo se encuentra implícita la concepción 
              de la escritura como lectura que aparece como tema central en la 
              especulación crítica de Borges. En otro lugar he analizado 
              detenidamente este tema.(8) FUERA DE LA CIRCULARIDAD En el mismo volumen de L'Herne en que apareció la 
              primera versión del texto de Genette, se publicó uno 
              muy breve de Jean Ricardou, "The God of the Labyrinth", 
              que es como la semilla de muchas páginas de su futuro libro, 
              Problèmes du nouveau roman (1967).(9) 
              Ricardou parte de la observación de que para algunos el carácter 
              laberíntico de las ficciones de Borges no es sino la ocasión 
              de un juego amable, a veces inquietante, pero que no pone en cuestión 
              el sentido común ni la naturaleza del mundo cotidiano. Para 
              otros, en cambio, "le labyrinthe et le monde du bon sens se 
              mettent en cause réciproquement (symétriquement)". 
              De ahí pasa Ricardou a enunciar brevemente algunas características 
              de los relatos borgianos.  
               
                Le récit borgésien dont l'apparence est rassurante, 
                  univoque, se trouve insidieusement gauchi par de menues anomalies 
                  capables d'en assurer la duplicité. Souvent (exceptons 
                  l'ambigüité foudroyante du "Sorcier ajourné"), 
                  un commentaire paraît requis pour les révéler: 
                  celui qui dégage les imperceptibles irrégularités 
                  du récit de Cartaphilus ("l'Immortel"), celui 
                  qui soulignerait les variantes caractéristiques des deux 
                  versions (françaises) de l'Approche du Caché. 
                  (125) Antes de seguir adelante, conviene señalar que uno de los 
              textos que Ricardou atribuye a Borges ("El brujo postergado") 
              pertenece al Libro de Petronio, del Infante Juan Manuel, 
              como lo indica el propio Borges en Historia Universal de la Infamia. 
              En el prólogo a la primera edición de este libro (1935), 
              Borges apunta que no tiene otro derecho sobre éste y otros 
              textos semejantes, "que los de traductor y lector".(10) 
              Su "traducción" del ilustre relato del siglo XIV 
              ha consistido principalmente en modernizar la ortografía 
              y podar un poco el texto. Es claro que Ricardou podría alegar, 
              en la mejor tradición borgiana, que como lector y traductor, 
              Borges es autor del relato. Pero volvamos a la nota de Ricardou. El crítico francés 
              termina observando que al abandonar la idea de una solución 
              privilegiada, al postular Borges en sus cuentos la naturaleza profundamente 
              laberíntica de toda ficción,  
               
                le transit d'une solution à telle ou telle autre 
                  (...) s'affirme non plus comme dévoiement frappé 
                  d'hésitations, mais, liberé, comme un moyen de 
                  recherches, d'inédites mises en contact, de création. Ricardou concluirá su breve nota vinculando la obra de Borges 
              a la de los escritores del Nouveau Roman: Robbe-Grillet, 
              Butor, Simon:  
               
                ... Borges se trouve au centre de leurs préoccupations. 
                  Ils se veulent inspirés par The God of the Labyrinth. 
                  (126) En un artículo de 1967, que publica la revista Critique, 
              y que será incorporado más tarde a Problèmes 
              du noveau roman, como epílogo, vuelve Ricardou a examinar 
              unos textos de Borges. El artículo se titulo, "Le caractère 
              singulier de cette eau", y se basa principalmente en un texto 
              de The Adventures of Arthur Gordon Pym, sobre el que Borges 
              (entre otros) había llamado la atención.(11) 
              El texto de Poe se concentra principalmente en un episodio: navegando 
              hacia el Polo Sur, los tripulantes de la goleta Jane-Guy 
              llegan a una tierra extraña y allí encuentran una 
              agua, más extraña aún, cuyo aspecto parece 
              corrompido. Luego de haber resumido el episodio, y citado in 
              extenso el pasaje pertinente, examina Ricardou la opinión 
              de Marie Bonaparte (en su famoso estudio psicoanalítico sobre 
              Poe) y la de Gaston Bachelard, en L'Eau et les Rêves. 
              En ambos críticos Ricardou cree reconocer dos características 
              comunes: (a) el escamoteo de una parte del texto que no encaja en 
              su teoría; (b) la idea de que la literatura tiene por fin 
              "exprimer un antécedent". Así, para 
              Marie Bonaparte, esa agua es sangre; para Bachelard, leche; para 
              ella, el texto expresa el inconsciente de los hombres; para él, 
              los sueños que sirven de prefacio a las obras. Ricardou no 
              acepta estas explicaciones parciales, o dirigidas a algo fuera de 
              la literatura.   
               
                Mais on peut douter que la littérature soit, fût-elle 
                  relative, cette transparence qui livre autre chose. Il est possible 
                  que le texte présente au contraire une fondamentale opacité, 
                  et soit l'endroit du permanent problème. Au lieu de fluir 
                  incessament la page au profit d'un quelconque antécédent 
                  fixe, l'exégese serait alors prise dans une inlassable 
                  circularité. (198) Ya en su breve texto sobre Borges para L'Herne, Ricardou 
              había subrayado esta circularidad de la literatura borgiana:  
               
                Les différentes voies de leurs labyrinthes sont essentiellement 
                  les diverses plans de réalité (monde courant, 
                  souvenirs, phantasmes, rêves ...) entre certains desquels 
                  s'accomplit une circulation nouvelle, intense, qui confine parfois 
                  à la contamination réciproque. (126) Es la misma circularidad de la literatura borgiana la que ahora 
              Ricardou busca determinar en el enigma planteado por el texto de 
              Poe. Para resolverlo habrá de acudir precisamente a un comentario 
              de Borges sobre dicho texto. Está en el ensayo, "El 
              arte narrativo y la magia", recogido en el volumen, Discusión 
              (1932).(12) Para Borges es indudable que   
               
                El secreto argumento de esa novela es el temor y la vilificación 
                  de lo blanco. Poe finge unas tribus que habitan en la vecindad 
                  del Círculo Antártico, junto a la patria inagotable 
                  de ese color, y que de generaciones atrás han padecido 
                  la terrible visitación de los hombres y de las tempestades 
                  de la blancura. El blanco es anatema para esas tribus y puedo 
                  confesar que lo es también, cerca del último renglón, 
                  del último capítulo, para los condignos lectores. 
                  Los argumentos de ese libro son dos: uno inmediato, de vicisitudes 
                  marítimas; otro infalible, sigiloso y creciente, que 
                  sólo se revela al final. (114-115) Aquí practica Borges una digresión, en que aprovecha 
              para mencionar una opinión de Mallarmé y unos versos 
              suyos, un capítulo de Melville sobre la blancura de Moby 
              Dick, para volver a la elucidación de su segundo argumento.  
               
                Imposible exhibir o analizar aquí la novela entera; 
                  básteme traducir un rasgo ejemplar, subordinado -como 
                  todos- al secreto argumento. Se trata de la oscura tribu que 
                  mencioné y de los riachuelos de su isla. Determinar que 
                  su agua era colorada o azul, hubiera sido recusar demasiado 
                  toda posibilidad de blancura. Poe resuelve este problema así, 
                  enriqueciéndonos: (115-116) Borges intercala aquí una extensa cita del pasaje que Ricardou 
              estaba precisamente analizando. Es obvio por la cita, y sobre todo 
              por el lugar de su ensayo en que aparece inserta, que para Borges 
              el aspecto singular de esta agua tiene un propósito: omitir 
              la mención del color blanco. La frase clave, en este sentido, 
              sería: "No era incolora ni era de un invariable color, 
              ya que su fluencia proponía a los ojos todos los matices 
              del púrpura, como los tonos de una seda cambiante."(13) 
              Los demás atributos de esa agua misteriosa, le interesan 
              menos a Borges. O dicho de otro modo: él quiere determinar 
              una sola cosa: la ausencia de toda mención del blanco. Al analizar este pasaje de Borges, Ricardou observa con justeza 
              que tres puntos incitan a la controversia. En primer lugar, le parece 
              una tentativa de reducción realista afirmar que el blanco 
              era anatema en esa isla porque los habitantes de ella habrían 
              sufrido la incursión de hombres y tempestades blancas. Ricardou 
              cita un pasaje de Poe que contradice esa interpretación: 
              "Era positivamente evidente que ellos nunca habían visto 
              ningún individuo de raza blanca."(14) 
              En segundo lugar, Ricardou comenta in extenso otros pasajes 
              del libro en que Poe omite mencionar el blanco, ya sea por cambiar 
              el color habitual de un objeto (albatros negros), ya por escamoteo 
              (los labios negros de los insulares esconden sus dientes), ya por 
              silencio (no se menciona el color de la esclerótica de los 
              habitantes de la isla). Pero la más importante de las confusiones 
              de Borges es la tercera: no advertir que el carácter del 
              agua común no es la blancura sino la transparencia. Sólo 
              cuando es espuma (observa Ricardou) el agua es blanca. A partir 
              de estas observaciones, el crítico construye toda una teoría 
              sobre el texto de Poe, teoría que le permite llegar a la 
              conclusión de que esa agua extraña es una escritura, 
              y que toda la región austral es una página escrita. 
              De ahí las últimas palabras de su epílogo, 
              y del libro:  
               
                L'ultime aventure d'Arthur G. Pym, en symbolisant une page 
                  d'écriture, c'est-à-dire le lieu et l'acte qui 
                  l'instituent, nous assure que par la fiction, la littérature 
                  n'emprunte au monde des matériaux que pour se désigner 
                  elle-même. C'est telle circularité, et l'étrange 
                  vide moyeu autour duquel s'agencent les signes, que ne doit 
                  jamais perdre de vue toute lecture en altitude: "Le langage 
                  se réfléchissant". (Mallarmé) (207) Lo cual está bien, y hasta muy bien, pero tiene poco que 
              ver con lo que Borges buscaba en su ensayo sobre "El arte narrativo 
              y la magia". Es posible que Borges se equivoque en cuanto al 
              significado del agua extraña, y su confusión entre 
              blancura y transparencia es característica en un hombre perseguido 
              por la ceguera. Pero la cita de Poe en su ensayo cumple una función 
              distinta de la que cumple en el ensayo de Ricardou, y esto sólo 
              basta para alterar profundamente su significado. A Ricardou no le 
              interesa el argumento que Borges expone en su ensayo; le interesa 
              en cambio su propio argumento. Al no examinar el de Borges, le atribuye 
              intenciones y errores que no son tales. Para comprender mejor esto 
              conviene repasar el texto completo de Borges. Su ensayo comienza señalando (en 1932, no hay que olvidar) 
              que el "análisis de los procedimientos de la novela 
              ha conocido escasa publicidad". Para remediar en algo esa carencia, 
              él ofrecerá algunas verificaciones (la palabra es 
              suya). Comienza por examinar la "faz novelesca" de The 
              Life and Death of Jason, libro que William Morris publica en 
              1867. Luego examina The Narrative of A. Gordon Pym, que Poe 
              publica en 1838. El resultado de este doble análisis es resumido 
              así:  
               
                Rectamente se induce de lo anterior que el problema central 
                  de la novelística es la causalidad. Una de las variedades 
                  del género, la morosa novela de caracteres, finge o dispone 
                  una concatenación de motivos que se proponen no diferir 
                  de los del mundo real. Su caso, sin embargo, no es el común. 
                  En la novela de continuas vicisitudes, esa motivación 
                  es improcedente, y lo mismo en el relato de breves páginas 
                  y en la infinita novela espectacular que compone Hollywood con 
                  los plateados idola de Joan Crawford y que las ciudades 
                  releen. Un orden muy diverso los rige, lúcido y atávico. 
                  La primitiva claridad de la magia. (88) El resto del artículo examina otros aspectos del mismo tema, 
              cita un pasaje de Frazer, examina textos antropológicos, 
              evoca brevemente algunos relatos de Chesterton y algunos films de 
              von Sternberg, para concluir con dos observaciones importantes, 
              que aparecen separadas en el texto pero que por razones de economía 
              reúno aquí:  
               
                ...la magia es la coronación o pesadilla de lo causal, 
                  no su contradicción. El milagro no es menos forastero 
                  en ese universo que en el de los astrónomos. Todas las 
                  leyes lo rigen, y otras imaginarias. Para el supersticioso, 
                  hay una necesaria conexión no sólo entre un balazo 
                  y un muerto, sino entre un muerto y una maltratada efigie de 
                  cera o la rotura profética de un espejo o la sal que 
                  se vuelca o trece comensales terribles. Esa peligrosa armonía, esa frenética y precisa 
                  causalidad, manda en la novela también. (...) Ese recelo 
                  de que un hecho temible pueda ser atraído por su mención, 
                  es impertinente en el asiático desorden del mundo real, 
                  no así en una novela, que debe ser un juego preciso de 
                  vigilancias, ecos y afinidades. Todo episodio, en un cuidadoso 
                  relato, es de proyección ulterior. (...) Esa teleología 
                  de palabras y de episodios es omnipresente también en 
                  los buenos films. (...) Pero la ilustración más 
                  cabal de un orbe autónomo de corroboraciones, de presagios, 
                  de monumentos, es el predestinado Ulises de Joyce. Basta 
                  el examen del libro expositivo de Gilbert o, en su defecto, 
                  de la vertiginosa novela. Procuro resumir lo anterior. He distinguido dos procesos 
                  causales: el natural, que es el resultado incesante de incontrolables 
                  e infinitas operaciones; el mágico, donde profetizan 
                  los pormenores, lúcido y limitado. En la novela, pienso 
                  que la única posible honradez está con el segundo. 
                  Quede el primero para la simulación psicológica. 
                  (89-91) Leído en el contexto del artículo entero, el análisis 
              a que Borges somete el texto de Poe adquiere un sentido diferente 
              del que Ricardou le atribuye. Es posible que Borges se haya equivocado 
              en cuanto al significado exacto del agua misteriosa. Lo cierto es 
              que no se equivocó en cuanto a la naturaleza del texto de 
              Poe. En esta novela, los pormenores profetizan, como lo demuestra 
              tan convincentemente Ricardou en su precisa lectura; no hay en ella 
              nada dejado al azar: la causalidad la rige. Y eso es precisamente 
              lo que Borges quería demostrar. Su ensayo, por otra parte, 
              es el antecedente obligado del prólogo a La invención 
              de Morel, y contribuye a explicarlo. Seguramente que si Maurice 
              Blanchot lo hubiese leído habría podido comprender 
              mejor a qué se refería Borges en el prólogo 
              al hablar de "tramas" o "argumentos". No se 
              trata simplemente de un "sujet". Se trata de esa causalidad 
              mágica en que los pormenores profetizan, en que todo episodio 
              es de proyección ulterior, en que la narración se 
              convierte en un juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades. 
              Ya en 1932, a punto de comenzar su carrera de narrador mágico, 
              Borges estaba fijando las coordenadas retóricas que sus ficciones 
              habrían de ilustrar. El desconocimiento de este texto por parte de Blanchot es explicable. 
              Su libro se publicó en 1959; la primera versión francesa 
              del ensayo de Borges, hecha por Philippe Sollers, se publicó 
              en el número 7 de Tel Quel (Otoño 1961). Lo 
              que es menos excusable es la desatención prestada por Ricardou 
              al resto del ensayo, ya que él está trabajando con 
              el texto completo, tal como apareció en la versión 
              francesa de Discusión. Menos excusable aún 
              es la omisión de Ricardou si se tiene en cuenta que ella 
              está en conflicto con su propia teoría de la circularidad 
              de la literatura. No advierte que el texto crítico de Borges 
              sobre Poe se remite sobre todo a sí mismo. EL COMPLOT OMITIDO En el número de l'Herne, tantas veces citado, se 
              encuentra asimismo un trabajo de Claude Ollier, titulado "Thème 
              du texte et du complot", que se concentra sobre todo en un 
              análisis del relato, "Tema del traidor y del héroe", 
              de Ficciones.(15) La observación 
              inicial más importante de Ollier se refiere a la existencia 
              de dos conspiraciones en dicho relato: una, a nivel del argumento, 
              en que Fergus Kilpatrick es el "héroe"; la otra 
              es la que está al nivel de la "escritura", en que 
              el narrador se llamas Ryan:  
               
                En fait, ce n'est pas une, mais deux conspirations qui vont 
                  s'ourdir de concert, simultanément inscrites sous les 
                  mêmes mots: celle quotidienne dont Fergus Kilpatrick fut 
                  le "glorieux capitaine", celle scripturale dont Borges, 
                  presque entièrement dissimulé derrière 
                  Ryan, se fait le probe et minutieux révélateur. 
                  (277) Después de analizar al detalle las sucesivas versiones del 
              complot, Ollier llega a la conclusión:  
               
                Ici, cinq drames sont superposés, dont le 
                  texte rebrousse la chronologie: la rédaction de Borges, 
                  l'investigation de Ryan, l'impro. visation de Nolan, l'élaboration 
                  de Shakespeare, l'assassinat de Jules César. Et cinq 
                  scènes, l'une après l'autre devoilées et 
                  occupèes: une page blanche, des archives truquées, 
                  une grande ville moderne, un théâtre classique, 
                  la Rome antique. (... ) Si ce texte est pour nous si important, pardelà la 
                  concision et l'ironie de son éclat que Borges y monte 
                  et démonte sous nos yeux les rouages de la machine, montre 
                  comment les mots l'alimentent et assurent sa bonne marche, sécrétant 
                  une histoire et sécretant l'Histoire. "Thème 
                  du traître et du héros" est un abrége 
                  du mécanisme -constitutif et fonctionnel- de toute fiction. 
                  (278) En el resto del artículo, Ollier examina las posibilidades 
              teatrales y cinematográficas del cuento que habría 
              de ser filmado en 1970 por Bernardo Bertolucci, bajo el título 
              de La strategia del ragno. También señala Ollier 
              la existencia de un film francés, Paris nous appartient, 
              de Jacques Rivette (1958), en que hay un tema vecino al del cuento 
              de Borges. Uno de los personajes del film, Anne, tiene entre sus 
              libros de cabecera un ejemplar de la traducción francesa 
              de Otras inquisiciones, junto a un ejemplar de Shakespeare. El artículo de Ollier aporta interesantes perspectivas a 
              la lectura del "Tema del traidor y del héroe". 
              Corrobora, además, el predicamento que tiene Borges entre 
              los practicantes del Nouveau Roman. Pero es, a su vez, víctima 
              de un error de interpretación. No advierte que el cuento 
              de Borges no sólo indica las semejanzas entre el destino 
              de Kilpatrick y el de Julio César, y entre los textos de 
              Nolan y de Shakespeare, pero también entre el destino de 
              Kilpatrick y el (futuro) de Lincoln, así como alude, en su 
              entrelínea, a otro famoso Héroe y otro famoso relato: 
              Jesús en los Evangelios. Para establecer el vínculo 
              secreto entre la interpretación del "Tema del traidor 
              y del héroe" con la historia evangélica sólo 
              hay que releer cuidadosamente el penúltimo párrafo 
              del cuento a la luz de lo que dice Borges en otro relato, "Tres 
              versiones de Judas" que se encuentra en el mismo volumen de 
              Ficciones, apenas separado de aquél por otros dos 
              cuentos. En la última de las tres versiones de Judas, el 
              verdadero Redentor es el traidor. Ollier pudo haber enriquecido 
              su lectura del "Tema del traidor y del héroe" si 
              hubiera seguido excavando los otros niveles de significación. UN DISCÍPULO DE ALTHUSSER En un artículo publicado en Les Temps Modernes (1966) 
              y recogido luego en un libro del mismo año, Pour une théorie 
              de la production littéraire,(16) 
              Pierre Macherey examina el tema de "Borgès et le récit 
              fictif". Macherey pertenece al grupo de Louis Althusser, que 
              se ha especializado en una nueva lectura de Karl Marx, a la luz 
              de una concepción estructural de la sociedad y de la historia. 
              Lo que se propone Macherey en su libro es (nada menos) que examinar 
              las condiciones de la producción literaria, la especificidad 
              del discurso literario en relación con el discurso ideológico, 
              el mecanismo de la complejidad literaria. O, como ha indicado François 
              Wahl en una reseña extremadamente polémica de este 
              libro que ha publicado Critique,(17) 
              el propósito de Macherey es "soumettre à une 
              élaboration scientifique la pratique qui transforme un discours 
              en littérature." (537) Macherey parte de la obvia comprobación de que Borges se 
              plantea los problemas del relato de una manera profundamente ficticia, 
              que lo que él nos propone es una teoría ficticia del 
              relato. Siguiendo a Blanchot, también señala el juego 
              de las paradoxas del infinito, y la idea obsesionante de un libro, 
              a la vez necesario y múltiple. También reconoce la 
              importancia de la operación de leer, la existencia dentro 
              de cada relato de distintas versiones del mismo, etc., etc. 
              La conclusión de esta primera etapa del análisis es:  
               
                Le problème semble ainsi clairement posé: 
                  ou bien il y a un sens du récit, et la fausse résolution 
                  est une allégorie, bien il n'y en a pas, et la fausse 
                  résolution est une allégorie de l'absurdité. 
                  C'est bien ainsi qu'on interprète généralement 
                  l'oeuvre de Borgès: on l'achève en lui 
                  attribuant les tournures d'un scepticisme intelligent. Il n'est 
                  pas certain que le scepticisme soit intelligent, ni que le sens 
                  profond des récits de Borgès soit dans leur raffinement 
                  apparent. (280) Esta conclusión le parece falsa la Macherey. Según 
              él, habría que buscar el sentido del texto borgiano 
              no en la lectura sino en la escritura. Borges usa la alusión 
              para indicar un texto más que para redactarlo; en 
              vez de trazar la línea del relato, prefiere marcar la posibilidad 
              de ese relato, posibilidad siempre postergada, remisa. Lo mismo 
              pasa con sus artículos de crítica que son también 
              ficticios, aunque se ocupen de obras y autores reales. La conclusión, 
              según Macherey:  
               
                ... c'est pourquoi ses articles de critique, même 
                  lorsqu'ils portent sur des oeuvres réelles, sont fictifs; 
                  c'est pourquoi aussi ses récits de fiction ne valent 
                  que par la critique explicite qu'ils contiennent d'eux-mêmes. 
                  (281) El análisis somero de algunos relatos representativos de 
              Ficciones ("La forma de la espada", "El jardín 
              de senderos que se bifurcan", "La biblioteca de Babel", 
              "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius") permiten a Macherey 
              concluir que el mito del laberinto  
               
                correspond à l'idée d'un récit complètement 
                  objectif, qui prendrait à la fois tous les partis, et 
                  les développerait jüsqu'à leur terme; mais 
                  ce terme est impossible, et le récit ne donne jamais 
                  que l'image du labyrinthe, parce que, condammné 
                  a choisir un terme défini, il est obligé de dissimuler 
                  toutes les bifurcations, et de les noyer dans la ligne d'un 
                  discours. (...) Chaque récit particulier trahit l'idée 
                  du labyrinthe, mais il nous en donne le seul reflet lisible. 
                  (...) Le vrai labyrinthe c'est qu'il n'y a plus de labyrinthe: 
                  écrire, c'est perdre le labyrinthe. (...) Cette entreprise 
                  peut être tenue à la fois pour une réussite 
                  et pour un échec, dans la mesure où à travers 
                  les insuffisances d'un récit, Borgès parvient 
                  à nous montrer que nous n'avons rien perdu. (284-285) Aunque el esfuerzo de reducción de la obra de Borges a un 
              modelo coherente que realiza Macherey es interesante, tiene el inconveniente 
              de ser demasiado simplista. En un nivel superficial, reduce la complejidad 
              y variedad de los relatos borgianos a un modelo único. Si 
              lo que dice Macherey puede aplicarse a los relatos que él 
              cita, no parece posible extenderlo a toda su obra (ficción, 
              crítica, poesía). Por otra parte, la importancia de 
              la noción de lectura en Borges, que ha sido subrayada entre 
              otros por Gérard Genette, se contradice explícitamente 
              con algunos postulados del modelo de Macherey. Finalmente, su punto 
              de partida es discutible. Como ha señalado François 
              Wahl:  
               
                En choisissant les structures de l'idéologie contre 
                  celles de l'écriture, Macherey ne décale 
                  pas, il réduit: exactement comme qui prétendrait 
                  fonder la science des rêves non dans l'organisation de 
                  l'inconscient mais dans ce qui s'y représente du corps. 
                  (542) LA HETEROTOPÍA BORGIANA He dejado deliberadamente para el final el texto que me parece 
              más interesante de todos: el "Préface" a 
              Les Mots et les Choses, de Michel Foucault.(18) 
              Al presentar su libro, Foucault empieza por reconocer su deuda con 
              el narrador argentino:  
               
                Ce livre a son lieu de naissance dans un texte de Borges. 
                  Dans le rire qui secoue à sa lecture toutes les familiarités 
                  de la pensée -de la notre: de celle qui a notre âge 
                  et notre géographie-, ébranlant toutes les surfaces 
                  ordonnées et tous les plans qui assagissent pour nous 
                  les foisonnement des êtres, faisant vaciller et inquiétant 
                  pour longtemps notre pratique millénaire du Même 
                  et de l'Autre. Ce texte cite "une certaine encyclopédie 
                  chinoise" où il est écrit que "les animaux 
                  se divisent en: a) appartenant à l'Empereur, b) embaumés, 
                  c) apprivoisés, d) cochons de lait, e) sirènes, 
                  f) fabuleux, g) chiens en liberté, h) inclus dans la 
                  présente classification, i) qui s'agitent comme des fous, 
                  j) innombrables, k) dessinés avec un pinceau très 
                  fin en poils de chameau, 1) et caetera, m) qui viennent 
                  de casser la cruche, n) qui de loin semblent des mouches". 
                  Dans l'émerveillement de cette taxinomie, ce qu'on rejoint 
                  d'un bond, ce qui, à la faveur de l'apologue, nous est 
                  indiqué comme le charme exotique d'une autre pensée, 
                  c'est la limite de la nôtre: l'impossibilité nue 
                  de penser cela. (7) Al meditar sobre este texto de Borges, Foucault descubre que lo 
              que le choca no es "la bizarrerie des rencontres insolites", 
              sino otra cosa:  
               
                La monstruosité que Borges fait circuler dans son 
                  énumeration consiste au contraire en ceci que l'espace 
                  commun des rencontres s'y trouve lui-même ruiné. 
                  (...) Borges n'ajoute aucune figure à l'atlas de l'impossible; 
                  il ne fait jaillir nulle part l'éclair de la rencontre 
                  poétique; ils esquive seulement la plus discrète 
                  mais la plus insistente des nécessités; ils soustrait 
                  l'emplacement, le sol muet où les êtres peuvent 
                  se juxtaposer. (...) Ce texte de Borges m'a fait rire longtemps, 
                  non sans une malaise certain et difficile à vaincre. 
                  Peut-être parce que dans son sillage naissait le soupçon 
                  qu'il y a pire désordre que celui de l'incongru 
                  et du rapprochement de ce qui ne convient pas; ce serait le 
                  désordre qui fait scintiller les fragments d'un grand 
                  nombre d'ordres possibles dans la dimension, sans loi ni géométrie, 
                  de l'hétéroclite; et il faut entendre ce 
                  mot au plus prés de son étymologie: les choses 
                  y sont "couchées", "posées", 
                  "disposées" dans des sites à ce point 
                  différents qu'il est impossible de trouver pour eux un 
                  espace d'accueil, de définir au-dessous des uns et des 
                  autres un lieu commun. (8-9) Aquí se encuentra, pues, el punto de partida para Foucault, 
              y el resultado es el libro que sigue. Pero para el lector de Borges, 
              el análisis de Foucault es también un punto de partida, 
              aunque hacia un diferente destino. Hay que observar, en primer término, 
              que tal vez Foucault debió haber señalado, con mayor 
              precisión, que el texto que él atribuye a Borges es 
              atribuido por Borges ("El idioma analítico de John Wilkins", 
              en Otras Inquisiciones) al Dr. Franz Kuhn, que a su vez lo 
              atribuye "a cierta enciclopedia china que se titula Emporio 
              celestial de conocimientos benévolos".(19) 
              Encontramos aquí el recurso, típicamente borgiano, 
              de la mise en abîme: la perspectiva infinita de textos 
              que remiten a textos que remiten a textos. También encontramos 
              en la actitud de Foucault de negarse a asumir esa perspectiva algo 
              vertiginosa, un eco de la reacción de Genette (al no reparar 
              que Borges estaba citando a Eliot) o de Ricardou (al no reconocer 
              el origen del relato, "El brujo postergado"). Pero esta 
              observación es lateral. Si la hago es sólo para mostrar 
              una vez más que la naturaleza verdaderamente laberíntica 
              de los textos borgianos es dificil de reconocer aún para 
              aquellos más dispuestos a aceptarla. La segunda observación se refiere a algo que Foucault indica 
              en el primer párrafo de su "Préface" y que 
              se convertirá en uno de los centros de su libro: nuestra 
              práctica milenaria del Mismo y del Otro. Es probable que 
              al redactar su "Préface", Foucault no supiera que 
              dos años antes Borges había titulado la última 
              sección de su Obra poética (1964), con esas 
              dos palabras, pero en este orden: "El Otro, el Mismo ".(20) 
              Sea como fuere, Foucault pone aquí al descubierto uno de 
              los temas centrales, si no el tema central, de la obra de 
              Borges. No es extraño que su "Préface" contenga 
              por eso mismo una de las caracterizaciones generales más 
              penetrantes de esa obra:  
               
                Les utopies consolent: c'est que si elles n'ont pas 
                  de lieu réel, elles s'épanouissent pourtant dans 
                  un espace merveilleux et lisse; elles ouvrent des cités 
                  aux vastes avenues, des jardins bien plantés, des pays 
                  faciles, même si leur accès est chimérique. 
                  Les hétérotopies inquiètent, sans 
                  doute parce qu'elles empêchent de nommer ceci et 
                  cela, parce qu'elles brisent les noms communs ou les 
                  enchevêtrent, parce qu'elles ruinent d'avance la "syntaxe", 
                  et pas seulement celle qui construit les phrases, -celle moins 
                  manifeste qui fait "tenir ensemble" (à côté 
                  et en face les uns des autres) les mots et les choses. C'est 
                  pourquoi les utopies permettent les fables et les discours: 
                  elles sont dans le droit fil du langage, dans la dimension fondamentale 
                  de la fábula; les hétérotopies (comme 
                  on en trouve si fréquemment chez Borges) dessèchent 
                  les propos, arrêtent les mots sur eux-mêmes, contestent 
                  dès sa racine, toute possibilité de grammaire; 
                  elles dénouent les mythes et frappent de sterilité 
                  le lyrisme des phrases. (9-10) Qué lejos se está en este análisis del esfuerzo 
              tranquilizador de un Macherey que reduce Borges a un modelo, ideológicamente 
              neutro, ineficaz. Para Foucault, Borges pone todo en cuestión 
              al poner en cuestión la sintaxis, la gramática, el 
              lenguaje. Al vincular la contestación de Borges con la que 
              ocurre en ciertos casos de afasia, Foucault llega a decir.  
               
                La gêne qui fait rire quand on lit Borges est apparentée 
                  sans doute au profond malaise de ceux dont le langage est ruiné; 
                  avoir perdu le "commun" du lieu et du nom, Atopie, 
                  aphasie. (10) En esta lectura de Foucault existe ya una posibilidad de acceso 
              a Borges que las otras lecturas francesas no hacían sino 
              buscar. En cierto sentido, Foucault va incluso más lejos 
              que Blanchot y Genette, ya que éstos sólo intentaron 
              revelar algunos de los conceptos subyacentes en la obra de Borges. 
              Foucault, en cambio, apunta al centro de la escritura borgiana: 
              una empresa literaria que se basa en la "total" destrucción 
              de la literatura y que a su vez (paradójicamente) instaura 
              una nueva literatura; una "écriture" que se vuelve 
              sobre sí misma para recrear, de sus propias cenizas, una 
              nueva manera de escribir; un fénix, ay, no demasiado frecuente.(21) EMIR RODRÍGUEZ MONEGALYale University
 (1) Doy la bibliografía básica de 
              estos primeros contactos franceses con la obra de Borges: Néstor Ibarra, La nueva poesía argentina (1921-1929), 
              Buenos Aires, 1930.
 Pierre Drieu la Rochelle, "Discusión sobre Jorge Luis 
              Borges: Borges vaut le voyage", en Megáfono, 
              núm. 11, Buenos Aires, agosto 1933.
 Jorge Luis Borges, "L'approche du caché" ("El 
              acercamiento a Almotásim), en Mesures, Paris: 1939 
              (trad. Néstor Ibarra).
 Jorge Luis Borges, "Assyriennes" ("La lotería 
              en Babilonia", "La biblioteca de Babel"), en Lettres 
              françaises, núm. 14, Buenos Aires, octubre 1º 
              1944 (trad. N. Ibarra).
 Néstor Ibarra, "Jorge Luis Borges" en Lettres 
              françaises, núm. 14, Buenos Aires, octubre 1º 
              1944.
 (2) La colaboración de Caillois e Ibarra produce varios volúmenes 
              de Borges en francés que son muy accesibles ya que se reeditan 
              constantemente. Quisiera señalar al lector uno menos conocido 
              pero esencial para reconstruir la primera imagen francesa de Borges. 
              Me refiero al libro de Ibarra, Borges et Borges (Paris: L'Herne, 
              1969), que bajo la forma de un diálogo del crítico 
              con un interlocutor anónimo, permite a Ibarra opinar, en 
              forma libre y llena de humor e ironía, sobre su amigo y maestro. 
              Una versión anterior, y más breve, del diálogo 
              se había publicado en el número de L'Herne 
              sobre Borges (Paris, 1964).
 (3) Sobre este punto véase mi Borgès par lui-même 
              (Paris: Editions du Seuil, 1970), p. 75.
 (4) Maurice Blanchot, Le livre à venir (Paris: Gallimard, 
              1959), pp. 116-119.
 (5) Sobre el tema véase mi libro, El juicio de los parricidas. 
              La nueva generación argentina y sus maestros [Martínez 
              Estrada, Mallea, Borges] (Buenos Aires: Deucalión, 1956).
 (6) Gérard Genette, Figures (Paris: Editions du Seuil, 
              1966), pp. 123-132. En Critique (núm. 234, Paris, 
              noviembre 1966, pp. 932-939) se publicó una interesante reseña 
              del libro de Genette por Henri Ronse en que se vincula la obra crítica 
              de Borges con la del crítico francés. Hay un error 
              lamentable en el primer párrafo de la reseña: Ronse 
              atribuye a Borges una cita de Unamuno que Genette hace en la página 
              127. Por su parte, y en la misma página, Genette se equivoca 
              dos veces al mencionar el supuesto autor árabe del Quijote: 
              lo llama Cid Hamet Bengeli, con omisión de algunas letras.
 (7) Harold Bloom, Yeats (New York: Oxford University Press, 
              1970), p. 4. La omisión de Bloom podría explicarse 
              por la escasa simpatía que le despierta Eliot.
 (8) Véase mi ensayo "Borges: The Reader as Writer", 
              que se publicará próximamente en un número 
              dedicado a Borges que prepara Tri-Quarterly bajo la dirección 
              de Mary Kinzie.
 (9) Jean Ricardou, "The God of the Labyrinth", en L'Herne 
              (Paris, 1964), pp. 125-126.
 (10) Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia 
              (Buenos Aires: Editorial Tor, 1935), p. 6.
 (11) Jean Ricardou, Problèmes du nouveau roman (Paris: 
              Editions du Seuil, 1967), pp. 193-207. Ricardou cita el título 
              de la novela de Poe, según la versión francesa: Les 
              Aventures d'Arthur Gordon Pym.
 (12) Jorge Luis Borges, Discusión (Buenos Aires: Gleizer 
              Editor, 1932), pp. 109-124. Hay pequeñas variantes en el 
              texto de Borges y en la traducción de Poe entre esta primera 
              edición y la corriente de Emecé, en la colección 
              de sus Obras completas. Pero el estudio de las mismas escapa 
              a este artículo.
 (13) Cf. Discusión, p. 116. El texto original de Poe 
              dice: "It was not, colorless, nor was is it of any one 
              uniform color -presenting to the eye, as it flowed, every possible 
              shade of purple, like the hues of a changeable silk". Cf. Edgar 
              Allan Poe, The Narrative of Arthur Gordon Pym  (New York 
              : Hill and Wang, 1966), p. 151.
 (14) El texto de Poe dice: "It was quite evident that they 
              had never before seen any of the white race -from whose complexion, 
              indeed they appeared to recoil". (Narrative, p. 147). 
              Como se advertirá, Ricardou no cita la última parte 
              de la frase.
 (15) Claude Ollier, "Thème du texte et du complot", 
              en L'Herne, pp. 276-279. Sobre la adaptación cinematográfica 
              de este cuento por Bernardo Bertolucci, véase: Richard Roud,"Fathers 
              and Sons", en Sight and Sound (vol. 40, Nº 2, London, 
              Spring 1971), pp. 61-64.
 (16) Pierre Macherey, Pour une théorie de la production 
              littéraire (Paris: François Maspéro, 1966), 
              pp. 277-285.
 (17) François Wahl, "Littérature, science, idéologie", 
              en Critique (núm. 241, Paris, juin 1967), pp. 536-543.
 (18) Michel Foucault, Les mots et les choses (Paris: Gallimard, 
              1966), pp. 7-16.
 (19) Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones (Buenos Aires: 
              Editoral Sur, 1952), pp. 123-124.
 (20) Jorge Luis Borges, Obra poética 1923-1964 (Buenos 
              Aires: Emecé Editores, 1964), p. 133.
 (21) Una versión en inglés de este trabajo, hecha 
              por Roberto González Echeverría, se publicó 
              en la revista Diacritics (vol. 2, number 2, Winter 1972, 
              Ithaca, N. Y.), pp. 27-34.
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