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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Nota sobre Felisberto Hernández"
En Marcha nº 286
15 de junio de 1945, p. 15

 

"Felisberto Hernández ha publicado hasta hoy dos novelas breves y un cuento (que él llama novela corta). Esta continencia no es la única característica de su arte. Otras, más importantes para el crítico, son el fragmentarismo de sus obras y la identidad de invención y estilo que las mismas revelan. Pensando bien las cosas se afirmaría que ha publicado, en tres momentos distintos, tres fragmentos de una sola narración. Esta narración es parcialmente autobiográfica (si se la juzga del punto de vista de su anécdota), pero es completamente autobiográfica si uno se atiene a su esencia. En ese interrumpido relato se pretenden apresar algunos momentos pasados: la lección de piano con Celina, la amistad de Clemente Colling, la historia escrita por un joven; se pretende fijar esos momentos en un presente no temporal que transcurre fuera del cuento pero que, dentro de éste, se halla inmovilizado en el punto de partida: la reconquista del pasado. La tenacidad del escritor, unida a la callada incapacidad de hacer otra cosa, le obligan a recomenzar el incesante y cíclico juego. Cada página de la narración reconstruye con paciencia un momento pasado, pero esa delicada reconstrucción no significa recuperación; significa sólo esfuerzo tenaz. La imposibilidad de lograr la posesión viva del recuerdo otorga una suerte de solitaria y quieta angustia al tono sencillo, apenas irónico, y a la descuidada sintaxis en que están dichas estas experiencias humanas. Felisberto Hernández se acerca mansamente a su objeto y lo rodea con cautela y simpatía. Pero el objeto (la verdadera Celina o las tres longevas) no se entrega y apenas permite apresar la vieja envoltura afectiva que el desaparecido "yo" le prestara y que el "yo" actual recoge. La lenta y minuciosa evocación -tan minuciosa que a veces se oye repetir al autor: "no me tengo que olvidar de nada; no me tengo que olvidar de nada" - va atrapando cada objeto y lo va encerrando en un misterio provocado. Ese misterio no arranca de las cosas ni se logra al desnudarlas de apariencias, sino que es producido por la impotencia del creador al no penetrar la anhelada desnudez, al vestirla de prejuicios y palabras desvaídas. Es un misterio falsificado. En Por los tiempos de Clemente Colling el autor logra engañar al lector desprevenido debido a la suma de pequeñas anécdotas sobre su personaje y a los detalles alternativamente repugnantes o melancólicos de la vida irregular y del físico claudicante del músico ciego. Pero el engaño no persiste, ya que el misterio escondido en cada página de ese libro (y que domina a todas las de El caballo perdido), revela su presencia en la insatisfacción que dichas páginas (falsamente iluminadas) suscitan en el lector atento. El mundo pasado -parece declarar la obra- está deliberadamente envuelto en el misterio y es irrecuperable; pero el hombre (este hombre de Felisberto Hernández) no puede sustraerse a su destino: la impostergable evocación.

Algunos de los procedimientos técnicos y estilísticos que utiliza Hernández pueden pasar desapercibidos en una lectura superficial; incluso se puede llegar a suponer que el único procedimiento evidente es el desorden. Nada más inexacto. Ya se apuntó el típico fragmentarismo de esta narración; ese carácter es necesario ya que no se podría conseguir una imagen tan exacta de la frustración sin la forma incompleta y vacilante que se emplea. Idénticos propósitos justifican las ambigüedades en la exposición lógica y la imprecisión en la sintaxis -un estilo pleno de incorrecciones y coloquialismos. El autor sacrifica la corrección idiomática y el rigor lógico a la necesidad poética de crear el misterio y de señalar su impotencia frente al inactualizable pasado. Es cierto que por momentos se excede en el sacrificio, pero la mayor parte de las veces los defectos son necesarios para lograr una identidad de fondo y forma.

Otras cosas se podrían apuntar en esta nota. Sería interesante indicar los contactos superficiales y las diferencias radicales con Proust, Kafka y Rilke; sería interesante estudiar, con ejemplos abundantes, el premeditado desorden de Las dos historias. Por ahora, basta con lo dicho. Para terminar cabe anotar que nuestra literatura actual proporciona pocos textos tan interesantes, tan vivos como estos de Fesliberto Hernández."

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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