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Indice general ordenado alfabéticamente por título del libro o artículo

"Eliot ofrece una definición de cultura"
En Marcha, Montevideo, nº 472, 01/04/1949
p. 14-15

T. S. ELIOT: Notes toward the Definition of the Culture. London, Faber and Faber, 1948, 124 páginas

"Para un lector de La idea de una sociedad cristiana este último trabajo de Eliot no guarda mayores sorpresas. Para quien conoce al gran poeta inglés sólo por sus versos, por sus ensayos crítico o -únicamente- por la notoriedad que le ha concedido el Premio Nobel 1948, este breve y denso libro resultará abrumador. Porque aunque sólo se propone ayudar a definir la palabra cultura y su única ambición es la de redimirla, el ensayo toca tantos temas y arroja luces tan violentas y duras sobre la sociedad contemporánea, que su lectura sólo puede provocar -pese al estilo sobrio, casi neutro, de muchas de sus páginas- una calurosa adhesión o una no menos calurosa voluntad de refutarlo. En esta nota se pretende alcanzar una tercera posición: la presentación objetiva de los principales textos de Eliot.

En una introducción, que sirve de resumen al libro, el ensayista inglés afirma que no se detendrá a distinguir entre cultura y civilización. No vale la pena, opina. (Esta voluntad de no discernir entre dos conceptos tan distintos acarrea muchas confusiones, según podrá verse). Pasa luego Eliot a examinar los tres sentidos en que se puede emplear la palabra cultura, ya se aplique a un individuo, a un grupo o clase, o a la sociedad. Insiste en que se debe aclarar siempre qué sentido usamos en cada momento determinado. Y propone, por su parte, una concepción de la cultura como totalidad.

II

Eliot se dedica entonces a las vinculaciones existentes entre cultura y religión. En este sentido escribe: Ninguna cultura ha aparecido o se ha desarrollado sino es junto a una religión: de acuerdo con el punto de vista del observador, la cultura parecerá el producto de la religión, o la religión el producto de la cultura. Infortunadamente, y aunque ésta sea la esencia de todo su enfoque, Eliot no es más explícito, y cuando parece que va a precisar los términos se escapa con frases como ésta: La concepción de la cultura y de la religión como siendo... distintos aspectos de la misma cosa, requeriría un buen caudal de explicaciones. Y él mismo reconoce que sólo alcanza algunos resplandores de este tema tan intrincado. Tampoco es más clara la concepción de una total cultura cristiana ya que Eliot advierte: Sólo cuando imaginamos nuestra cultura como debería ser, si nuestra sociedad fuera una verdadera sociedad cristiana, podemos atrevernos a hablar de la cultura cristiana como la más alta cultura: sólo refiriéndonos a todas las fases de esta cultura, que ha sido la cultura de Europa, podemos afirmar que es la más alta cultura que el mundo ha conocido jamás. (Pero cuando alude a los aspectos de la cultura contemporánea que él rechaza, no deja Eliot de ser preciso, busca ejemplos y releva agudamente los defectos). Sin embargo en un apéndice del libro (formado por unas disertaciones radiales a los alemanes) Eliot aclara un poco el sentido de esa vinculación entre cultura y religión. Señala allí que toda la cultura europea se basa en la religión cristiana y especifica algunas de las cosas que dicha cultura debe al Cristianismo, además de la fe. A través del Cristianismo (escribe) trazamos la evolución de nuestras artes, alcanzamos nuestra concepción de la Ley romana que tanto ha hecho para informar al mundo occidental, logramos nuestra concepción de la moralidad pública y privada. A través de él tenemos nuestros modelos comunes de literatura, en la literatura de Grecia y de Roma. El mundo occidental obtiene unidad en esta herencia, en el Cristianismo y en las antiguas civilizaciones de Grecia, Roma e Israel, a las cuales, debido a doscientos años de Cristianismo, remontamos nuestra descendencia. No desarrollaré este punto. Lo que quiero decir es que esta unidad en los comunes elementos de cultura, a través de tantos siglos, es el verdadero vínculo entre nosotros (los europeos).

III

¿Cuáles son las condiciones más importantes para que se dé una cultura determinada? Eliot señala tres: persistencia de las clases sociales; acción del regionalismo; vitalidad de una religión. Sacrificando muchos valiosos enfoques parciales, sus ideas al respecto pueden sintetizarse así:

1- Clases sociales - Eliot atribuye a las clases sociales la función de mantener aquella parte de la cultura total que pertenece a la clase. Ellas permiten la trasmisión hereditaria de la cultura, que se realiza por medio de la familia, primer canal (advierte) en dicha trasmisión. (Al tratar este tema de la familia el poeta que preside las lucubraciones del ensayista no se olvida de escribir: Cuando hablo de la familia, tengo en mi pensamiento un vínculo que enlaza un período de tiempo mayor que éste (la vida de dos generaciones): una piedad hacia los muertos, por más oscuros que sean, y una solicitud por los no nacidos, por más remotos que sean).

2- Regionalismo - También exalta las virtudes del regionalismo y el sabor que la multiplicidad de regiones aporta a la cultura de una nación o de un mundo. Y Eliot precisa más su pensamiento al escribir: Lo que se quiere no es restaurar algo desaparecido, o revivir una cultura que desaparece bajo las condiciones modernas que la vuelven imposible, sino hacer crecer una cultura contemporánea de las viejas raíces. (Puede parecer curioso que sea precisamente Eliot -un norteamericano desarraigado- quien sostenga el regionalismo.Él mismo ha advertido la fácil paradoja de su situación particular y se ha apresurado a aclarar: Ciertamente, un individuo puede desarrollar la más cálida devoción hacia un lugar en el que no haya nacido y hacia una comunidad con la que no tenga lazos ancestrales. Por su parte los lectores de su East Coker recordarán que uno de los movimientos del poema alude inequívocamente a este regreso a la fuente primera).

3- Religión - Ya se ha denunciado la vinculación que señala Eliot entre religión y cultura. Aquí Eliot afirma que la identidad entre religión y cultura permanece en el nivel inconsciente, sobre el que hemos colocado una estructura consciente en la cual la religión y la cultura están contrastadas y pueden ser opuestas. (Esto no es demasiado claro, pero es, literalmente, lo que escribe Eliot). Luego subraya el crítico que, si examinamos el mundo occidental, debemos reconocer que la principal tradición cultural ha sido la que corresponde a la iglesia de Roma. Y, mirando hacia el futuro, en el que quizá pueda darse una auténtica sociedad cristiana, reconoce que le es imposible aportar ni la forma de organizar esa sociedad, ni cómo debe distribuirse el poder.

Eliot concluye esta parte central de su estudio afirmando (o reafirmando) que es improbable alcanzar una civilización elevada si están ausentes las tres condiciones arriba señaladas.

IV

El resto del libro está dedicado a discernir entre la cultura (como Eliot la concibe) por un lado, y la política y la educación por el otro. Hay aquí aportes y observaciones sumamente agudas, análisis valiosos (como aquel que denuncia la política cultural de Rusia), pero aquí sólo se podrán recoger algunos. Ante todo no se debe olvidar que el crítico advierte no haber intentado imponer sus convicciones políticas o sus prejuicios (aunque reconoce tenerlos). Pero su más importante afirmación es la que sostiene que para la política contemporánea, la cultura sólo puede ser considerada como un producto desechable o como un departamento de la vida que puede ser organizado de acuerdo con los esquemas que prefiramos. En cuanto a la educación, Eliot denuncia (con ironía que falta en el resto del libro) sus principales deficiencias, así como sus excesivas ambiciones. Denuncia principalmente la semi-educación que se logra en la práctica, aunque se pretenda otra cosa, ya que las escuelas pueden trasmitir una parte (de la cultura), y sólo pueden trasmitir esa parte efectivamente si las influencias exteriores, no sólo de la familia y el medio ambiente, sino del trabajo y del juego, de los impresos y los espectáculos y los entretenimientos y los deportes, están en armonía con ellas. (Vuelve a aparecer aquí aquel concepto unitario de la cultura, o mejor: de la civilización). Y concluye, casi apocalípticamente: Porque no hay duda de que en nuestra precipitada carrera por educar a todos, estamos bajando nuestros "standards", y abandonando más y más el estudio de aquellos temas por medio de los cuales las esencias de nuestra cultura -o aquella parte que es trasmisible por la educación- se trasmiten; destruyendo nuestros viejos edificios para preparar el terreno sobre el que acamparán los bárbaros nómades con sus mecanizadas caravanas.

V

No se comprendería el punto de vista de Eliot sobre la cultura si no se advirtiera que él es incapaz de concebir una cultura totalmente consciente de sus fines y sus medios, lo que él llama una cultura planificada. (Observa, sutilmente, que no se puede estar sumergido en una cultura y enjuiciarla con perspectiva). Y su última palabra está dicha cuando escribe: La cultura no puede ser totalmente consciente -siempre hay más que aquello de lo que tenemos conciencia; y no puede planearse porque también es el fondo inconsciente de todos nuestros planes.

Quizá no sea excesivo afirmar, como principal conclusión de esta lectura, que la visión de Eliot es -en esencia- pesimista y que la última guerra ha marcado hondamente su pensamiento. Y en algunas de sus frases parece encontrarse un eco del lirismo patético de los Four Quartets; por ejemplo, cuando escribe: La única cosa que siempre es seguro que el tiempo aporta es la pérdida: ganancia o compensación son siempre concebibles pero nunca ciertas. O dicho de otra manera: Podemos aseverar con confianza que nuestro período es de decadencia; que los "standards" de cultura son inferiores a los de cincuenta años atrás; y que las pruebas de tal decadencia son visibles en cualquier aspecto de la actividad humana. El poeta (ya se ha visto antes) presiente una nueva invasión bárbara y el nacimiento de otra Edad Media.

No corresponde discutir ahora esta posición, sólidamente asentada en un pensamiento reaccionario, casi medieval (incluso en los buenos sentidos de la palabra). Pero sí puede asegurarse -por encima de toda discrepancia- que no es posible desconocer el provocativo estímulo que este libro representa para todo pensamiento sobre nuestro tiempo."

 

 

Responsables

L. Block de Behar
lbehar@multi.com.uy

A. Rodríguez Peixoto
arturi@adinet.com.uy


S. Sánchez Castro
ssanchez@oce.edu.uy

 


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