FRANZ KAFKA: La condena (Erzählungen 
                und kleine. Prosa): Traducción de Juan Rodolfo 
                Wilcock. Buenos Aires, Emecé Editores, 1952. 216 p.
              "La imagen de Kafka que se desprende de algunas narraciones 
                de este volumen es algo distinta de la que ofrecen su obras posteriores, 
                más macizas y perfectas: América, El proceso, 
                El castillo. El autor parece menos comprometido en la trama 
                de su mundo pesadillesco, parece capaz de evadirse de él 
                por un golpe de voluntad o lucidez, parece gobernar objetivamente 
                su ficción. Está más libre, es más 
                joven. Y, sin embargo, ya contiene todo el mundo de Kafka, ya 
                es la imagen de un maestro.
              Kafka no necesitaba las proporciones (quizá excesivas) 
                de una novela-río para inventar un mundo. Le bastaban 
                unas palabras (generalmente pocas); el planteo, inesperado, de 
                una situación que siempre había sido contemplada 
                como algo familiar, hasta obvio, era su punto de partida. Cualquiera 
                que examine con atención La condena descubrirá 
                inmediatamente esta capacidad -no de artífice sino creadora- 
                para alzar un mundo y sostenerlo con la fuerza, con la potencia 
                de su visión.
              La condena ilustra el tema de la patria potestad: un padre, 
                anciano y ya caduco condena a su hijo a muerte, sin explicaciones, 
                sin suficiente motivación. También ilustra este 
                relato uno de los conflictos más íntimos, más 
                perdurables en la vida del novelista. Ya Max Brod (en su Franz 
                Kafka, publicado por esta misma editorial) había documentado 
                esa lucha entre el artista y su padre, ese largo e imposible combate. 
                Es particularmente patética una carta que incurre en la 
                misma dialéctica envolvente y excesivamente justificada 
                de los cuentos y que Brod sólo transcribe en parte.
              Pero las ficciones de Kafka valen independientemente de su vinculación 
                con la anécdota -curiosa, única- de su propia vida. 
                Valen sobre todo, por esa creación constante de mundo. 
                Apenas ingresado a una historia de Kafka, el lector encuentra 
                abolido el mundo real. La lógica sigue funcionando (en 
                realidad nunca funciona tan implacablemente como en el fatigoso 
                rumiar de sus personajes) pero las premisas de que parte o las 
                conclusiones a que arriba, escapaban al normal mecanismo humano. 
                El lector se encuentra instalado en otro mundo. Llámelo 
                pesadilla, ensueño o absurdo. Es otro mundo. Y no es el 
                producto de una fantasía ingobernada. No es caprichosa 
                -como en las desdichadass ficciones de Felisberto Hernández-; 
                es un mundo que encierra en un organización fatal la cifra 
                de este mundo.
              Porque Kafka no persigue una imposible (e innecesaria) evasión. 
                El clima que crea con sus ficciones lo hunde y hunde al lector 
                irremediablemente en un mundo que es más real (quiero decir: 
                más grave, más intenso, más comprometido) 
                que este que se llama Realidad: el mundo profundo que oculta 
                tanta apariencia gastada, tanta superficie.
              Este volumen recoge toda la producción que Kafka publicó 
                en vida. (Por razones de propiedad literaria faltan algunos relatos 
                que el lector español conoce ya por La metamorfosis, 
                que en traducción de Jorge Luis Borges publicó en 
                1937 la Editorial Losada). Algunos de los cuentos aquí 
                recogidos son memorables. Aparte del que titula el volumen (y 
                que había sido adelantado en 1931 por la revista Imán 
                en su Nº 1 bajo el título: La sentencia) 
                quizá haya que señalar los siguientes: En colonia 
                penitenciaria (ya publicado en 1950 por Número, 
                Nº 9) o Josefina, la cantora (recogido en 1940 por 
                la Antología de la Literatura Fantástica de 
                Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo) o Informe para una Academi 
                (que en esta misma versión de María Rosa Oliver 
                había anticipado en 1945 los Cuadernos de la Quimera 
                de esta misma editorial). Los devotos del genial narrador 
                checo no dejarán de reconocer estos y otros relatos que 
                ya frecuentaron en otras versiones. Pero al ser publicados ahora 
                en un volumen, estos textos se organizan en una valiosa antología, 
                la mejor nuestra de la maestría de Kafka en el relato y 
                en la parábola."