|   | La crítica literaria en el siglo XX : la 
                estilística de Amado Alonso. En: Número, nº 21, octubre-diciembre 1952
 p. 321-332.
 I "No es posible desconocer la importancia de la obra lingüística 
                dejada por Amado Alonso. Su tarea como investigador y como director 
                de algunos centros de estudio (Instituto de Filología de 
                Buenos Aires) y publicaciones especializadas (Revista de Filología 
                Hispánica, 1939-1946, Nueva Revista de Filología 
                Hispánica, 1947-1952) ha sido unánimemente reconocida 
                por especialistas del mundo románico. Menos famosa, aunque 
                no menos aplaudida, ha sido su labor como crítico literario. 
                Y, sin embargo, su importancia no es menor. Aunque subordinado 
                siempre la crítica a la lingüística, en aquélla 
                ha cumplido Amado Alonso obra fecunda, ha mostrado (en nuestra 
                lengua) la ejemplar dedicación a una de sus disciplinas 
                más nuevas y fascinantes: la Estilística. A la consideración de su labor en ese terreno está 
                dedicado este estudio que no pretende abrir juicio sobre la actividad 
                entera de Amado Alonso (1). IILa teoría
 Con los otros métodos de la Lingüística, la 
                disciplina estilística aparece en Alemania a principios 
                del siglo XIX. Su evolución culmina en este siglo con la 
                obra cumplida en dos direcciones distintas por lingüistas 
                suizos (Charles Bally, principalmente) y por el alemán 
                Karl Vossler. El mismo Alonso ha indicado que Bally fue el primero 
                en sistematizar el estudio de "estos humores subjetivos 
                con que nace empapada la palabra". Como Bally, Vossler 
                se ha esforzado en llegar, "braceando por entre las formas 
                intelectualizadas, hasta la fuente misma espiritual de donde ha 
                salido la palabra". Pero, como Vossler y su escuela "niegan 
                diferencia esencial entre las creaciones de la lengua diaria y 
                las poéticas", han estudiado no sólo la 
                lengua corriente sino la lengua creadora de la poesía (2). De Vossler, del impulso de su prédica y del ejemplo luminoso 
                de su obra, derivan casi todos los que hoy se dedican a la nueva 
                disciplina en la Romania. Discípulo de Vossler (como Spitzer, 
                como Hatzfeld) fue Amado Alonso. Su aportación a la Estilística 
                se desarrolló en las dos direcciones indicadas por el maestro: 
                en el estudio de la lengua corriente (o lengua, como la 
                llama Saussure), en el estudio de la lengua creadora de la poesía 
                (o habla). Una disciplina pertenecería a la Lingüística; 
                la otra, a la crítica literaria. Pero la escuela de Vossler 
                se alza contra esta división y reconoce (con palabras de 
                Alonso) que "la estilística, como ciencia de los 
                estilos literarios, tiene como base a esa otra estilística 
                que estudia el lado afectivo, activo, imaginativo y valorativo 
                de las formas de hablar fijadas en el idioma". Alonso 
                practica, pues, no una escisión sino una continuidad. De 
                aquí que en otro texto asegure: "en ambos casos 
                estos estudios se tocan con los referentes a la "forma interior 
                del lenguaje", en el sentido de Humboldt" 
                -lo que parecería indicar que no se ha salido de la Lingüística 
                (3). No corresponde examinar aquí la primera de las dos direcciones. 
                Los trabajos de Alonso en la Estilística del habla están 
                orientados a colmar un vacío de la crítica literaria 
                que él llama tradicional y que convendría calificar 
                de rutinaria. Como él mismo apunta, la Estilística 
                "no se contenta con sentenciar justificadamente, ni con 
                tasar el exacto valor poético de la obra estudiada en una 
                previa escala de clasificaciones, ni de cumplir esa operación 
                por separado con algunos elementos estructurales que se repiten 
                como en un padrón: caracteres, diálogo, acción, 
                etc. Tampoco se trata ahora de hacer interesantes comentarios 
                de carácter filosófico o estético que, arrancando 
                de la lectura de una obra poética, pueden formar a su vez, 
                si el comentador es un artista, una obra de tan altos valores 
                literarios como la comentada. Por último, tampoco tiene 
                que ver con la crítica filológica tradicional, atenta 
                a la reconstrucción histórica del momento en que 
                la obra se produjo y a la aclaración de los mil pormenores 
                de significación velados para el lector moderno por el 
                polvo de los siglos". El propósito de la nueva disciplina es otro: "Aspira 
                a una recreación estética, a subir por los hilos 
                capilares del las formas idiomáticas más características 
                hasta las vivencias estéticas originales que las determinaron". 
                Lo que resulta confirmado, luego, al decir: "Per aspera ad 
                astra: se intenta asistir por vislumbres al espectáculo 
                maravilloso de la creación poética". Para 
                ello, la Estilística "atiende preferentemente a 
                los valores poéticos, de gestación y formales (o 
                constructivos, o estructurales, o constitutivos; la "forma" 
                como un hacer del espíritu creador), en vez de los valores 
                históricos, filosóficos, ideológicos o sociales 
                atendidos por la crítica tradicional". Esto no 
                significa que descuide los contenidos. "La estilística 
                (ha escrito Alonso) necesita también estudiar los 
                pensamientos e ideas, pero considerándolos como expresión 
                de un "pensamiento" más hondo, de naturaleza 
                poética: una visión intuicional del mundo que se 
                cristaliza precisamente en esta obra estudiada (o la que resulta 
                campear en toda la producción del autor)" (4). 
               El punto de partida de la Estilística es un principio 
                o postulado: "A toda particularidad idiomática 
                en el estilo corresponde una particularidad psíquica". 
                El crítico debe relevar esas particularidades del estilo 
                para alcanzar las del alma. Pero no se trata de confundir la Estilística 
                con la Topografía: "Una mera lista de particularidades 
                estilísticas no nos hace conocer y gozar la índole 
                de una obra ni de un autor: los rasgos diferentes tienen que componer 
                una fisonomía". Y Alonso cita aquí unas 
                palabras de Spitzer: "Ha de haber, pues, en el escritor 
                una como armonía preestablecida entre la expresión 
                verbal y el todo de la obra, una misteriosa correspondencia entre 
                ambas. Nuestro sistema de investigación se basa por entero 
                en ese axioma". El camino que recorre la Estilística no está desprovisto 
                de atractivos para el practicante. Alonso ha subrayado con elocuencia 
                uno de ellos: la delicia estética. "La obra 
                de arte (ha dicho) puede y debe tener contenidos valiosos 
                por muchos motivos; pero, si es obra de arte, una cosa le será 
                esencial: que nos cause placer estético". De aquí 
                que Alonso sintetice en esta frase la función del crítico 
                estilístico: encarar "el estudio de cada obra, 
                como una creación poética, en sus dos aspectos esenciales: 
                cómo está constituida, formada, hecha, lo mismo 
                en su conjunto que en sus elementos, y qué delicia estética 
                provoca; o desdoblando de otro modo: como producto creado y como 
                actividad creadora". También se ha ocupado Alonso de las condiciones que debe 
                poseer (o desarrollar) el crítico que se dedique a esta 
                disciplina. Se necesita algo más que competencia técnica; 
                hace falta "cierta aptitud agudizada para el goce estético: 
                ya que no dotes de creación, sí una especial permeabilidad 
                a las creaciones ajenas". Lo que no significa que la 
                intuición estética obre milagros. "Hace 
                falta (subraya Alonso), tanta falta como esa porosidad 
                sedienta de poesía, la preparación técnica. 
                Y ésta es la que da a la crítica su rigor científico. 
                Como en toda rama del saber, cada punto investigado está 
                siempre sujeto a comprobación y a revisión; pero 
                también es cierto que, al dar este rigor a la crítica 
                literaria se consigue que cada investigador parta del punto a 
                que los anteriores habían llegado". Esta somera exposición permite advertir que la nueva disciplina 
                no está contra la crítica literaria tradicional 
                sino que la aprovecha, la integra y (lo que realmente importa) 
                le da sentido íntimo. "Puesto que la otra crítica 
                pone en primer plano cuáles son las fuerzas históricas 
                y sociales que se juntan y armonizan en el autor estudiado, lo 
                que la estilística antepone es la armonización de 
                esas fuerzas, qué es lo que el autor hace con ellas, cómo 
                funcionan en la obra constructivamente, como valiosos materiales 
                en los actos estéticos y de creación". 
                Al poner el acento en lo específicamente poético 
                (creador) la Estilística no sólo complementa los 
                estudios de la crítica tradicional sino que atiende a ese 
                aspecto "básico y específico de la obra 
                de arte, el que da valor a todos los demás" (5). La misma mesura de Alonso se manifiesta al considerar aquellos 
                trabajos (tesis doctorales, principalmente); que creen realizar 
                Estilística cuando sólo atienden al idioma. En este 
                sentido su posición es muy clara: "Si una estilística 
                que no se ocupa del lado idiomático es incompleta, una 
                que quiera llenar sus fines ocupándose solamente del lado 
                idiomático, es inadmisible, porque la forma idiomática 
                de una obra o de un autor no tiene significación si no 
                es por su relación con la construcción entera y 
                con el juego cualitativo de sus contenidos". La Estilística aparece, pues, como una disciplina crítica 
                que pretende realizar toda la labor, complementaria a la del creador. 
                La crítica asume, gracias a ella, su entera función 
                de re-creadora. Pierde ya la faz de censor, el imponente aspecto 
                de fiscal, y acepta el papel de cómplice, de colaborador 
                íntimo y penetrante. Unas palabras de Raimundo Lida sobre 
                Karl Vossler contribuyen a poner en claro este aspecto esencial 
                del crítico: [Vossler] "vino a disipar la ilusión 
                de una ciencia mecánica de la literatura, capaz de analizar 
                poemas y poetas con insensibilidad implacable, confiada en que 
                a ella le tocaba sólo acumular montañas de materiales 
                para las futuras síntesis. Como si fuese siquiera posible 
                el análisis sin cierta visión de totalidad que explícita 
                a ocultamente lo dirija; como si, en suma, la obra poética 
                pudiera comprenderse sin mente poética" (6). IIILa práctica
 No hay método de la Estilística. Hay tantos métodos 
                como obras haya que estudiar o como estudios generales (en un 
                autor, en un período, en una literatura) haya que realizar. 
                La breve e intensa producción de Alonso es ejemplar en 
                este sentido. Es posible agrupar sus trabajos dentro de algunas 
                de la dirección de la investigación estilística 
                que ha apuntado Helmut Hatzfeld en su famoso artículo. 
                El grupo principal lo constituirán los ensayos destinados 
                al examen de una obra o de un autor en busca del arte integral 
                que allí se expresa. "El análisis sistemático 
                (apunta Hatzfeld) no se contenta con señalar meros rasgos 
                idiomáticos esenciales: aspira a establecer la jerarquía 
                toda de los medios estilísticos, desde la elección 
                del vocabulario hasta los más sutiles detalles de composición 
                (o a la inversa)" (7). Dentro de este grupo se contarían trabajos como Estructura 
                de las "Sonatas" de Valle Inclán, 
                (1928), en que a partir de la identificación de los tres 
                temas esenciales (Amor, Muerte y Religión), Alonso determina 
                los procedimientos estilísticos del narrador gallego: cada 
                palabra, aunque aluda primariamente a uno solo de los temas, hace 
                resonar lejanamente a los otros dos; los adjetivos abarcan mímica 
                y entonación; la voz aparece adjetivada; hay una insistencia 
                en la triple adjetivación que parecería apuntar 
                a esa estructura triple de los tenlas. De este análisis 
                (que resume bien Hatzfeld) surge como consecuencia la sobrevaloración 
                de la técnica en Valle Inclán. Un examen semejante 
                logra asir los elementos esenciales de este arte; consigue penetrar 
                hasta sus fundamentos. Si se le compara, por ejemplo, con el que 
                efectúa César Barja en su estudio sobre Valle Inclán 
                se advierte de inmediato la diferencia radical. Mientras Barja 
                procede por descripciones y estadísticas externas, Alonso 
                parte de la intuición de una temática fundamental 
                para proseguir luego por la determinación profunda de los 
                caracteres estilísticos y acechar así la vivencia 
                poética (8). La misma técnica, aunque distinto desarrollo, tienen otros 
                trabajos fundamentales de Alonso entre los que conviene citar 
                Un problema estilístico de "Don Segundo Sombra" 
                (1930) (9) en que se apunta como centro de la evocación 
                lírica la circunstancia de ser un mundo visto desde dentro; 
                Borges, narrador (1935) (10), en que se demuestra la intención 
                paródica a través de la creación estilística, 
                enrarecida y certera; Don Quijote no asceta, pero ejemplar 
                caballero y cristiano (1948) (11), en que a través 
                de unos textos, tendenciosamente indicados por Hatzfeld, reconstruye 
                Alonso en su integridad moral la figura de Don Quijote, liberándola 
                de los cargos imaginarios que en su contra acumuló el erudito 
                alemán. A otro grupo (la determinación de un habla poética 
                individual) pertenece su libro: Poesía y estilo de Pablo 
                Neruda (1940) (12), en que se intenta interpretar una poesía, 
                calificada de hermética, a través del sucesivo examen 
                de sus actitudes fundamentales (Angustia y desesperación), 
                del desequilibrio entre la intuición y el sentimiento, 
                de la doble postura poética (enajenamiento y ensimismamiento), 
                de un examen técnico del ritmo, la sintaxis y la forma, 
                para cerrarse con un largo capítulo dedicado a determinar 
                la índole de la fantasía de Pablo Neruda. Este libro, 
                el esfuerzo estilístico más constante de Alonso, 
                utiliza los procedimientos de los ensayos más breves pero 
                en vez de apuntar el tema o las peculiaridades y dejar para otra 
                vez (que no ha de llegar) la prosecución de los mismos, 
                aborda sin dilaciones el examen exhaustivo. Formas más especializadas de la investigación estilística 
                fueron practicadas también por Alonso. La Estilística 
                de las variantes le debe un inteligente atisbo en el ensayo, ya 
                citado, sobre Borges; allí determina Alonso los rasgos 
                más notables de una versión primaria de Hombre 
                de la esquina rosada que se llamó Hombres pelearon; 
                la evolución (la madurez) del arte narrativo de Borges 
                está nítidamente apuntada. La Estilística 
                de las fuentes está representada por un trabajo que es 
                ejemplar: Rubén Darío y Miguel Ángel 
                (1932). Un análisis de Lo fatal y la comparación 
                con una cuarteta burlesca del escultor florentino permiten a Alonso 
                la determinación del tono exacto en que compuso Darío 
                su poema y la índole de su originalidad poética. 
                No es exagerado calificar de magistral este breve artículo 
                (13). Otros trabajos entrarían en grupos de distinta significación. 
                El concepto lingüístico de impresionismo (1936) 
                (14), que redactó en colaboración con su discípulo 
                Raimundo Lida, pertenecería al grupo de lo que Hatzfeld 
                llama tipología de los estilos o historia estilística. 
                Aunque, en realidad, por su carácter polémico y 
                por demostrar la imposibilidad de calificar al lenguaje de impresionista 
                (lo que fue reforzado por Alonso en el trabajo complementario: 
                Por qué el lenguaje en sí mismo no puede ser 
                impresionista, 1940 (15), este largo ensayo escapa a una clasificación 
                demasiado rígida. También pertenecería a 
                este grupo histórico una conferencia publicada en 1950 
                sobre El ideal clásico de la forma poética 
                y que contiene un sutil examen de la Oda a Salinas (16). Dentro de esta clasificación -que no prevé todo, 
                por otra parte- se encuentran trabajos de índole más 
                puramente histórica (como la biografía de Fernán 
                González de Eslava, 1940 (17) o pedagógica (como 
                los prefacios a la Colección de Estudios Estilísticos 
                o la Epístola a Alfonso Reyes sobre la Estilística, 
                1941). En cualquiera de estos ensayos y aunque no lo exija el 
                enfoque crítico, pone en movimiento Alonso su larga experiencia 
                estilística o su impecable técnica. Si por su condición 
                escapan a veces a la disciplina, por la formación de su 
                autor guardan con ella importantes contactos. IVLos límites
 La Estilística aporta a la crítica literaria un 
                método de investigación y de trabajo, un rigor necesario, 
                una admirable disciplina profesional. Los mejores resultados de 
                esta forma de crítica suelen verse en el análisis 
                de Composiciones aisladas o en un hecho literario cuidadosamente 
                diferenciado. Son ejemplares, en este sentido, los trabajos sobre 
                Lo fatal o sobre las narraciones de Borges. Ya se vuelve 
                más discutible el aporte crítico cuando se trata 
                de cubrir la obra entera de un poeta o todo un período 
                literario. En ambos casos la Estilística descansa en disciplinas 
                complementarias. Ante todo, presupone (o debe presuponer) conocimientos 
                excepcionales de historia literaria y cultural. En muchos casos 
                se ve a Alonso sortear felizmente esas dificultades. El mejor 
                ejemplo tal vez sea el de su artículo sobre Don Quijote 
                en que no todo es análisis lingüístico; o mejor 
                dicho, en que todo acaba integrándose en una visión 
                unitaria de personaje y obra. Casi siempre el análisis debe descansar (como toda crítica) 
                en la capacidad intuitiva del crítico, la técnica 
                impecable, la disciplina y el rigor se vuelven auxiliares de esa 
                intuición; no pueden sustituirla. Si las intuiciones del 
                crítico son esenciales el análisis (la técnica) 
                podrá ser válida. De otra manera, todo el esfuerzo 
                aparecerá aplicado a la nada o al error. El libro sobre Pablo Neruda marca los límites de la intuición 
                crítica de Amado Alonso. La técnica es exacta; la 
                lectura de los textos no deja resquicio en sombras, "siempre 
                ambicioso de acierto". En algunos capítulos, el 
                crítico ha contado con la equivoca colaboración 
                del poeta. Y, sin embargo, aunque hay intuiciones básicas, 
                admirablemente desarrolladas (la desintegración de esta 
                poesía, la ardiente fe en disponibilidad, la materia psíquica 
                informe, el expresionismo, la atmósfera onírica), 
                al entrar Alonso al análisis pormenorizado se diluye la 
                eficacia de las mismas. Parece que un afán pedagógico 
                de iluminar todo en términos de explanación racional, 
                no de intuición oscura y directa, hiciera perder de vista 
                la unidad caótica de creación, la imposibilidad 
                de llevar a un plano de intelección lo que ha sido creado 
                (y poéticamente vivido) de espaldas a lo racional. Al mismo 
                tiempo, no llega a fijar Alonso en la visión unitaria de 
                esta poesía elementos que integran, tan legítimamente 
                como los por él señalados, su esencia: la ambición 
                de totalidad, por ejemplo, que lleva al poeta a planear la Residencia 
                en la tierra sobre una escala universal; el evidente inventario 
                del mundo que es la poesía de Neruda. Más grave 
                aún: Alonso no consigue determinar con exactitud la importancia 
                de esa ardiente fe en disponibilidad que habría 
                de permitir al poeta su último y tal vez definitivo avatar 
                político. Ya en un terreno de observación menuda podría apuntarse 
                que en muchos de sus análisis Alonso parece convencido 
                de que toda la poesía de Neruda se realiza en el mismo 
                acto de tensión creadora y de que las variaciones del humor 
                no intervienen para nada. Un ejemplo permitirá tal vez 
                advertir la naturaleza de las confusiones del crítico frente 
                a una creación que no respeta otras leyes que las de su 
                propia afectividad. Al analizar como ejemplo de sintaxis borrosa 
                el final de Galope muerto: Adentro del anillo del verano una vez los grandes zapallos escuchan,
 estirando sus plantas conmovedoras,
 de eso, de lo que solicitándose mucho,
 de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.
 Alonso concentra su atención en ese de (cuarto 
                verso) que ninguna explicación racional parece tolerar. 
                Según Alonso, hasta el propio poeta vaciló en su 
                explicación. "Sin total convicción -me pareció- 
                Neruda, en lugar de estirando sus plantas de eso..., me explicó 
                "oscuros de eso, de lo que solicitándose mucho, de 
                lo lleno, oscuros de pesadas gotas". Ese complemento preposicional 
                (de eso) referido a un núcleo venidero (oscuros) 
                sería una contorsión sintáctica no practicada 
                siquiera por Góngora en su extremado hipérbaton, 
                y dudo que corresponda a la intención original" 
                (18). Esta duda, expresada por Alonso con el respaldo de la sintaxis 
                y del ejemplo límite de Góngora, ilustra la dirección 
                de su pensamiento. Partiendo de la lingüística y de 
                la gramática, de la historia literaria y de la historia 
                estilística no es posible llegar a la intuición 
                oscura del poeta chileno. Para Pablo Neruda todos los miembros 
                de esos versos se dan en una simultaneidad que no excluye la sucesión 
                en el papel, de aquí que el de eso no sea anterior sino 
                coetáneo de oscuros de pesadas gotas y pueda referirse 
                naturalmente a él. Como en la unidad afectiva del coloquio, 
                el poema arroja sobre el oyente o lector (en golpes sucesivos 
                que la intuición organiza como simultáneos) los 
                distintos elementos que compondrán la imagen única. 
                La sintaxis y el hipérbaton ya nada tienen que hacer. Ejemplar de esta misma limitación -pero mucho más 
                grave- es el caso de su ensayo sobre El Modernismo en "La 
                Gloria de Don Ramiro" (1942) (19). Otra vez la técnica 
                es excelente; otra vez los resultados, del punto de vista del 
                método, son inmejorables. Pero una circunstancia invalida 
                en este caso todo el esfuerzo: la condición apócrifa 
                de la obra analizada, su insinceridad estética. Esto no 
                significa afirmar que Alonso no haya visto las limitaciones narrativas 
                de Larreta. Por el contrario, a lo largo de su ensayo se pueden 
                relevar algunas notas muy significativas: la ausencia de voluntad 
                del héroe que lo convierte (contra lo que cree y afirma 
                el autor) en juguete de las circunstancias; la materia novelesca 
                ya previamente literatizada que usa Larreta; la narración 
                torpe o tiesa; su carácter eminentemente descriptivo (como 
                si se tratara de descripciones yuxtapuestas); el melodrama y el 
                folletín en que abundan muchas situaciones; la novatada 
                en el manejo de los elementos arcaizantes del lenguaje. Cada uno 
                de esos defectos es apuntado por Alonso sin llegar a totalizar 
                con ellos la mentira de esta narración, su penosa falsedad. 
                Por el contrario, Alonso se refugia en expresiones que sólo 
                logran confundir más el análisis, como (por ejemplo) 
                cuando habla de la aristocracia literaria de la obra. Todo el mérito de la novela parece radicar en lo que Alonso 
                llama su maestría en la fijación verbal de las 
                formas visibles. Y luego aclara: "en la pintura de 
                la luz y de sus juegos sobre las superficies de las cosas, en 
                la representación de los movimientos; y siempre como materia 
                expresiva de vida interior, o fijadora del tono sentimental del 
                momento". Esta definición podría parecer 
                acertada si no estuviera precedida, inmediatamente, de una larga 
                cita en la que Larreta (según Alonso) demuestra esas virtudes 
                expresivas o fijadoras. Aunque es penosa hay que transcribirla "De pronto, oyóse en la escalera sedoso 
                crujir de vestidos."Ramiro se irguió.
 "Cubierta de un velo oscuro, una mujer acababa de aparecer 
                sobre la torre; su mano, enguantada, abatió con gracia 
                el emboto. La pálida tez de Beatriz resplandeció 
                entonces con la blancura de mármol, y sus lustrosos cabellos, 
                ceñidos por aro de oro, tomaron en la noche azulado pavón 
                de armadura sombría.
 "Anchos galones de plata recamaban la falda color zafiro, 
                mientras la tela del
 jubón desaparecía bajo cuentas y canutillos, cota 
                de abalorio cabrilleando sin cesar como el agua intranquila. La 
                doncella levantó el rostro con los ojos
 entrecerrados, quedándose inmóvil un instante. Sus 
                labios parecían sorber la fluida claridad que bajaba del 
                cielo.
 "Ramiro se sintió como enloquecido ante aquella aparición. 
                Todo su ser no fue
 sino un brusco frenesí, una llama que se estira para devorar 
                el velo cercano" (20).
 Parece difícil creer que Alonso haya confundido estas 
                efusiones de un estilo sartoril, amenizado por el folletín, 
                con la materia expresiva de vida interior o fijadora de un tono 
                sentimental, con una forma de aristocracia literaria. En un caso como éste falla por su base la disciplina estilística. 
                Las notas negativas, que Alonso releva a cada paso, no llegan 
                a integrarse en una intuición rechazadora de la obra; la 
                forma interior (de que ya hablaba Humboldt) aparece descuidada 
                y en su lugar se analiza, en superficie, un pomposo pastiche 
                de estilos finiseculares franco-españoles que evoca los 
                ejercicios del inmemorable Ricardo León. Cuando más atiende Alonso a la autenticidad de la forma 
                interior -Fray Luis, Darío, Borges, Neruda- mejor (más 
                rico, más deslumbrante, más hondo) resulta su ejercicio 
                crítico. Cuando más se atiene a lo puramente formal 
                (la incorrección sintáctica en Neruda, la elaboración 
                sensorial en Larreta) peor resulta su examen: más embotado, 
                más entorpecido por la mecánica capacidad de registro. V Apoyándose en la experiencia lingüística, 
                la nueva disciplina no viene, en realidad, a sustituir los métodos 
                críticos tradicionales. Viene a enriquecerlos; viene a 
                poner el acento en lo específicamente creador: en la palabra. 
                Frente a tendencias que sólo buscan en la obra de arte 
                las resonancias, de una filosofía o, peor, de una postura 
                política, esta atención que se concede a lo que 
                importa parece muy saludable. Pero no es posible olvidar que la 
                Estilística como disciplina crítica no puede soslayar 
                los contenidos, ya que en el acto creador es imposible discernir 
                entre ambos. En este sentido, los repetidos aciertos y los ocasionales 
                errores de Amado Alonso parecen suficientemente ejemplares." Este trabajo pertenece a una serie sobre la crítica 
                literaria en el siglo XX, de la que ya se han publicado dos muestras 
                (sobre Pedro Salinas, sobre Jorge Luis Borges, Edmund Wilson, 
                Jean Paul Sartre, F. R. Leavis y Georg Lukacs. 1. Con este artículo NÚMERO 
                se asocia a los homenajes a la memoria de Amado Alonso.2. Cf. Amado Alonso: Propósito de esta colección, 
                en Colección de Estudios Estilísticos, I, 
                Introducción a la Estilística Romance por 
                Karl Vossler, Leo Spitzer y Helmut Hatzfeld. Traducción 
                y notas por A. A. y Raimundo Lida. Buenos Aires, Instituto de 
                Filología, 1932 (2ª. edición, 1942, pp. 9-10). 
                Las citas que no llevan expresa mención en contrario pertenecen 
                a esta nota.
 3. Para el primer texto, cf. Amado Alonso: Epístola 
                a Alfonso Reyes sobre la Estilística, en La Nación 
                (Buenos Aires, febrero 9); para el segundo, Cf. Amado Alonso: 
                Advertencia, en Colección de Estudios Estilísticos, 
                II, El Impresionismo en el lenguaje por Charles Bally, 
                Elise Richter, Amado Alonso y Raimundo Lida. Buenos Aires, Instituto 
                de Filología, 1936 (2ª. edición, 1942, pp. 
                8-9).
 4. Las dos últimas citas pertenecen a la Epístola 
                a Alfonso Reyes, así como las que se transcriben en 
                los dos párrafos siguientes.
 5. Cf. Epístola a Alfonso Reyes. También 
                la cita del párrafo siguiente.
 6. Cf. Raimundo Lida: Vossler, en Sur (Buenos Aires, 
                julio de 1949, p. 7).
 7. Cf. Helmut Hatzfeld: La investigación estilística 
                en las literaturas románicas, en Introducción 
                a la Estilística Romance, pp. 151-216. Sobre Amado 
                Alonso escribe en las pp. 186-188. He utilizado en parte aquí 
                su resumen de Estructura de las "Sonatas".
 8. Cf. Estructura de las "Sonatas" de Valle Inclán, 
                en Verbum. (Buenos Aires, 1928, pp. 7-42); César 
                Barja: Libros y autores contemporáneos (New York, 
                G. E. Stechert, 1935, pp. 369-384).
 9. Cf. La Nación (Buenos Aires, julio 27; 1930)
 10. Cf. Sur (Buenos Aires, noviembre, 1935. pp 105-115).
 11. Cf. Nueva Revista de Filología Hispánica 
                (México, octubre-diciembre, 1998, pp. 333-359).
 12. Cf. Buenos Aires, Editorial Losada, 1940: 2a edición, 
                Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1951. (Contiene un capitulo 
                nuevo y algunas notas adicionales.)
 13. Cf. La Nación, (Buenos Aires, setiembre 25, 
                1932).
 14. Cf. El impresionismo en el lenguaje, pp. 135-264.
 15. Cf. Revista de Filología Hispánica (Buenos 
                Aires, octubre-diciembre, 1940, pp. 379-386). Está reproducido 
                en Amado Alonso: Estudios Lingüísticos. Madrid, 
                Editorial Gredos, 1951, pp. 331-346.
 16. Cf. Sur (Buenos Aires, octubre-diciembre, 1950, pp, 
                42-58).
 17. Cf. Revista de Filología Hispánica (Buenos 
                Aires, julio-setiembre, 1940, pp. 213-321).
 18. Cf. 1ª. Edición, pp. 118-19.
 19. Cf. Colección de Estudios Estilísticos, 
                III, Amado Alonso: Ensayo sobre la Novela Histórica 
                y El Modernismo en "La Gloria de don Ramiro", Buenos 
                Aires, Instituto de Filología, 1942, pp. 149-316.
 20. Cf. ob. cit., pp. 224-26.
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