|  | "Obras completas. Andrés 
              Bello"En: NRFH, XVII, p. 399-406.
 ANDRÉS BELLO, Obras completas. Tomo 
              2: Borradores de poesía. Prólogo sobre "La 
              poesía de Bello en sus borradores", por Pedro P. 
              Barnola, S. J. Ministerio de Educación, Caracas, 1962; cviii 
              + 639 pp., 10 láms. "Éste era sin duda uno de los volúmenes más 
              esperados de la monumental edición de Obras completas 
              de Andrés Bello que está publicando el Ministerio 
              de Educación de Venezuela. Desde que se anunció en 
              el volumen primero que los borradores poéticos serían 
              recogidos en volumen aparte, se creó una expectación 
              que el volumen actual viene a satisfacer. Aquí se recoge 
              por primera vez un material poético desconocido, penosamente 
              descifrado de los manuscritos de don Andrés, reconstruido 
              con esmero y sabiduría, preparado para una lectura sin mayores 
              tropiezos. Ya en el primer volumen (Poesías, 1952) 
              la Comisión Editora había reunido "nuevos 
              poemas [...] así como numerosas variantes de redacción 
              de composiciones conocidas desde mucho antes", según 
              aclara ahora en una Advertencia editorial (p. cvii). Para este nuevo 
              volumen la Comisión "decidió reservar [...] 
              las piezas más importantes, que forman dos grandes unidades: 
              A) los versos en proceso de elaboración de lo que hubiera 
              sido el poema América; y B) las sucesivas elaboraciones de 
              la versión al castellano del Orlando enamorado", 
              del Boiardo. También recoge este volumen un Apéndice, 
              "formado con algunos textos relativos a la labor poética 
              de Bello": un fragmento de su traducción de Windsor 
              Forest, de Alexander Pope; una rectificación de lectura 
              de la versión de los 24 primeros versos de la Elegía 
              I, libro primero, de Tibulo; un fragmento de la traducción 
              de La Marsellesa de la Paz, de Lamartine, que tal vez no 
              haya sido hecha por Bello (como apunta la misma Comisión 
              Editora); variantes de redacción de su traslado del Salmo 
              50, que provienen de un nuevo manuscrito. La parte más importante del nuevo volumen es, sin disputa, 
              la que se refiere a los borradores del esbozado poema América. 
              "En esta ocasión -declara la Comisión 
              Editora- se recogen los restos o complementos, queremos creer 
              que completos, de lo que se ha conservado del ambicioso programa 
              poético de Bello. Sería ocioso subrayar las extraordinarias 
              dificultades que ha ofrecido a la Comisión la lectura y transcripción 
              de la enrevesadísima caligrafía de Bello, complicada, 
              además, por innumerables tachaduras, correcciones, adiciones 
              y enmiendas que no simplifican precisamente la tarea de interpretación, 
              animada siempre, durante largos meses -aun años-, por el 
              deseo de ser exactos y precisos en ésta que estimamos piedra 
              sillar del monumento que las generaciones americanas han dedicado 
              al poeta de la independencia cultural del continente". Los anteriores volúmenes de esta colección de Obras 
              completas habían rescatado, por lo general, piezas olvidadas 
              en periódicos; si habían incorporado inéditos 
              (como el comienzo de una traducción y adaptación de 
              The Rivals, de Sheridan), se trataba de textos de menor entidad. 
              Aquí se ofrecen borradores que pertenecen a uno de los períodos 
              más fecundos de la producción poética de Bello, 
              borradores que son por otra parte sumamente ricos y complejos. Por 
              eso parece acertado que la Comisión Editora subraye por sí 
              misma la importancia de este nuevovolumen: "Con estos Borradores de poesía creemos 
              no caer en exageración, al expresar el convencimiento de 
              haber dado forma al volumen más importante de cuantos pueden 
              elaborarse para el mejor conocimiento del poeta que había 
              en el ilustre caraqueño".
 Pero si no es discutible la importancia objetiva del volumen, parece 
              necesario calificar un poco su calidad. Hasta cierto punto, los 
              Borradores de poesía satisfacen realmente la expectación 
              creada desde hace algunos años. Un estudio minucioso de los 
              textos aquí publicados y de sus numerosas variantes permite 
              penetrar en el taller del poeta, verlo trabajar el verso, esbozar 
              una metáfora, desecharla o llevarla a la perfección, 
              vacilar entre varios comienzos o remates, jugar con una rima, una 
              alusión, una cita ajena. Ningún futuro estudio estilístico 
              de Bello poeta podrá realizarse sin el apoyo de estos Borradores 
              de poesía. También permiten precisar mejor el rumbo de la actividad 
              poética de Bello, sobre todo en el período importantísimo 
              de su residencia en Londres (1810-1829), cuando esboza y compone 
              lo que en definitiva se llamarán las Silvas americanas. 
              El estudio de estos borradores permite verificar cómo va 
              creciendo en Bello la idea de un poema sobre América, cómo 
              toma por distintos rumbos (a veces contradictorios), cómo 
              cuaja en formas que al cabo no le satisfacen del todo. Para la génesis 
              de las Silvas, estos borradores son de incalculable valor. 
              Asimismo rescatan, para el placer de la lectura, algunos fragmentos 
              que el poeta desechó por no considerarlos tal vez como llegados 
              a una última sazón, pero que ya llevan la marca de 
              lo creado. Uno de los más hermosos es, sin duda, el que evoca 
              nostálgico la patria lejana (pp. 80-82). Hace ya algún 
              tiempo que la erudición venezolana había extraído 
              este fragmento de la papelería inédita y lo había 
              dado a conocer, con legítimo orgullo nacional. A pesar de estos méritos, nada pequeños, la edición 
              tiene limitaciones que sería injusto no señalar. El 
              trabajo de transcripción de los borradores parece haber sido 
              realizado con extremo cuidado; casi siempre se indica el texto de 
              la primera redacción, aunque no siempre se señala 
              el orden posible de las otras variantes. Además, se publica 
              como versión definitiva (en cuerpo grande, encabezando cada 
              página) lo que tal vez sea sólo una reconstrucción 
              ideal de los editores. Las precisiones críticas son escasas 
              y, por lo mismo, resulta imposible saber qué lugar corresponde 
              a cada fragmento particular en la evolución del poema. Es 
              cierto que la letra de Bello es endiablada; no menos cierto es que 
              ante un montón de borradores no siempre es posible determinar 
              la antigüedad relativa de cada uno. Pero aun así, habría 
              sido posible tal vez comunicar al lector estos problemas, discutir 
              cada secuencia hipotética, indicar con números o letras 
              la antigüedad probable de cada borrador. Que la Comisión 
              Editora ha realizado semejante tarea, es indudable. Hay prueba en 
              esta edición de que los manuscritos han sido numerados (cf. 
              p. 95: "Los manuscritos que corresponden a esta Tercera 
              parte, están numerados así: 5, 9, 12, 13... hasta 
              el 25"), pero esa numeración no es comunicada al 
              lector sino excepcionalmente. La división en tres partes de los borradores correspondientes 
              a las Silvas americanas parece asimismo arbitraria. ¿Corresponde 
              a distintas etapas de la composición? ¿Trata de agrupar, 
              temáticamente, los borradores? Por una indicación 
              que ofrece la Comisión Editora en la p. cviii parece que 
              prima este último criterio: La primera sección se ha ordenado en tres 
              partes. Se empieza con el tema de la tierra, su conocimiento, 
              su preparación y cultivo, versos inéditos de Bello. La segunda parte corresponde, en cuanto al asunto, 
              a la silva La agricultura. de la zona tórrida. Y la tercera, al tema de la silva Alocución 
              a la poesía, o sea, a la invitación a la emancipación 
              poética del Continente hispanohablante, sobre los hechos 
              legendarios, históricos y heroicos del nuevo mundo. Sin embargo, aun la más rápida lectura permite advertir 
              que hay pasajes en dichos borradores que no corresponden exactamente 
              a esa supuesta división en tres partes. Así, la famosa 
              personificación del banano (que figura tanto en la Agricultura 
               como en la Alocución) en estos borradores hace 
              su aparición en la primera y segunda partes, no en la segunda 
              y tercera. Por otro lado, los textos son muy similares, como puede 
              comprobarse por este cotejo de las versiones "definitivas" 
              con las tradicionales: Borradores de la "primera" parte 
              (pp. 49-50):  ...y a fallecer obligala pesadumbre de la hermosa carga
 al banano, primero de los dones
 que dio la Providencia en copia larga
 del tostado ecuador a las naciones;
 cuya sabrosa fruta
 la pobre mesa del esclavo adorna;
 o cuando cruda o cuando al sol enjuta
 en hilos de dorada miel se torna;
 vegetal bienhechor, que no forzado
 de humanas artes rinde el premio opimo
 y ni al rastro es deudor, ni al rudo arado
 ni a la corva segur de su racimo;
 escasa industria bástale, cual puede
 ofrecerle a intervalos mano esclava;
 crece veloz, y cuando exhausto acaba
 numerosa prosapia le sucede.
 Borradores de la "segunda" parte (p. 
              91): y para ti el bananodesmaya al peso de la dulce carga,
 el banano, primero
 de cuantos ricos dones
 otorgó Providencia a las naciones
 del ecuador feliz con mano larga:
 vegetal bienhechor, que no forzado
 de humana industria, rinde el premio opimo;
 no es a la podadera, no al arado
 deudor de su racimo;
 cuidado escaso bástale, cual puede
 hurtar a sus fatigas mano esclava;
 crece veloz, y cuando exhausto acaba,
 adulta prole en torno le sucede.
 Alocución a la poesía, 1823 
              (cf. Obras completas, t. I. Poesías, 1952, 
              p 48): bajo su dulce carga desfalleceel banano, ...............
 A la agricultura de la zona tórrida, 
              1826 (cf. ibid., pp. 66-67): y para ti el bananodesmaya al peso de su dulce carga;
 el banano, primero
 de cuantos concedió bellos presentes
 Providencia a las gentes
 del ecuador feliz con mano larga.
 No ya de humanas artes obligado
 el premio rinde opimo;
 no es a la podadera, no al arado
 deudor de su racimo;
 escasa industria bástale, cual puede
 hurtar a sus fatigas mano esclava;
 crece veloz, y cuando exhausto acaba,
 adulta prole en torno le sucede.
 El mero cotejo demuestra que los borradores de la "primera" 
              y "segunda" parte son, en este caso, borradores 
              de la misma personificación de la Agricultura, que los editores 
              ubican en la "segunda" parte. Es obvio que en esta 
              división en partes la Comisión Editora ha seguido 
              un criterio temático que no ilustra suficientemente la génesis 
              de la composición de las dos Silvas. Cabe conjeturar 
              que la masa de borradores está mucho menos dividida en partes, 
              es menos susceptible de clasificaciones y distinciones, de lo que 
              esta publicación permite suponer. Es indudable que Bello 
              volvió, una y otra vez, sobre estos borradores, y que volvió, 
              además, en distintas épocas de su vida y en forma 
              más o menos azarosa. Pero tal vez la Comisión Editora 
              no encontró otra forma de publicar estos borradores que imponerles 
              una división tripartita que es, por lo menos, discutible. Más grave es la insuficiencia crítica del prólogo. 
              Aunque el autor señala correctamente algunos aspectos de 
              la poesía de Bello en esta época -su indudable mérito 
              como poeta aunque su inspiración no fuera fácil, su 
              amor por Venezuela, su conocimiento directo de la naturaleza tropical-, 
              no examina críticamente los problemas que estos borradores 
              plantean. Es evidente que la labor de desciframiento y ordenación 
              ha recaído por completo en otras manos y que el prologuista 
              se ha limitado casi siempre a estudiar la versión considerada 
              como definitiva por la Comisión Editora. Al no haber examinado 
              a fondo los borradores mismos, el prologuista ha descuidado algunos 
              aspectos sumamente importantes para la comprensión del proceso 
              poético que pretende describir. Por eso, al reconstruir las intenciones de Bello en su redacción 
              de las Silvas, el prologuista se plantea una serie de falsos 
              problemas críticos. Su tesis parece ser que Bello intentó 
              primero la "composición parcial de varias silvas 
              y fragmentos de silvas, mayormente de género descriptivo"; 
              que luego intentó "refundir dichas silvas en un poema 
              que se titularía América", varios de cuyos 
              fragmentos, ya refundidos, publicó en 1823 bajo el título 
              de Alocución a la poesía; que finalmente, "fracasado 
              ese intento, y desechada la idea del poema", Bello decidió 
              restaurar "las silvas y sus diversos fragmentos a la vida 
              propia y de parcial unidad que tuvieron al principio" (p. 
              xxi). La evidencia de la biografía de Bello y de los borradores 
              mismos parece sugerir otra cosa. Es probable que Bello haya intentado, 
              antes de 1823, una suerte de poema descriptivo, unas Geórgicas 
              americanas, de las cuales quedan abundantes pruebas en la "primera" 
              parte de estos borradores. Escribió muchos fragmentos sobre 
              la naturaleza americana (y no sólo venezolana), detalló 
              las labores del campo, exaltó la belleza del paisaje. Pero 
              ese poema no llegó nunca a terminarse. Cuando Bello inició 
              la publicación de la Biblioteca Americana (Londres, 
              1823) extrajo dos fragmentos de esos borradores, los trabajó, 
              les prestó cierta unidady los imprimió en su revista bajo el título de Alocución 
              a la poesía y con la advertencia de que eran parte de 
              un poema inédito titulado América.
 La palabra inédito que usa Bello al presentar la 
              Alocución ha confundido al prologuista de estos borradores: 
              "Para esa fecha Bello habla del poema como si se tratara 
              de algo existente, y aun se diría concluido. Escritor tan 
              sobrio como lo fue siempre Bello, y tan preciso en su lenguaje como 
              exacto en el uso de los tiempos verbales, se expresa en esa ocasión 
              en forma que parece categórica, y que equivaldría 
              a decir: tengo concluido e inédito un poema titulado América, 
              del cual publico ahora, como muestra o anticipo, estos dos fragmentos. 
              Nótese que no dice: poema en preparación, o inconcluso, 
              sino simplemente: inédito". La argumentación 
              del prologuista podría volverse del revés, como un 
              guante. Cuando dice inédito, tampoco dice Bello: concluso. 
              La verdad es que los poetas suelen dar por escritas obras que sólo 
              existen en borrador. En el momento en que Bello publica la Alocución 
              a la poesía tiene, probablemente, una montaña 
              de borradores que forman la base o proyecto de un poema, América. 
              Para él, para su voluntad de creación, para su proyecto 
              o idea poética, el poema ya existe y está inédito. 
              No es posible pedir al poeta precisiones de abogado. Entre 1823 y 1826 (fecha en que publica el Repertorio Americano 
              y la silva A la agricultura de la zona tórrida) 
              corre mucha agua bajo el puente de Londres. Ya Bello ha ido abandonando 
              poco a poco ese poema general y, sin embargo, no ha abandonado la 
              idea del poema. Con motivo de la publicación de la nueva 
              revista vuelve sobre sus borradores y extrae algunos fragmentos, 
              los trabaja, les da mayor unidad interior y crea una de sus obras 
              maestras. La nota con que publica A la agricultura es muy 
              interesante: "A estas silvas pertenecen los fragmentos impresos 
              en la Biblioteca Americana bajo el título "América". 
              El autor pensó refundirlas todas en un solo poema: convencido 
              de la imposibilidad, las publicará bajo su forma primitiva, 
              con algunas correcciones y adiciones. En esta primera [La agricultura 
              de la zona tórrida] apenas se hallarán dos o tres 
              versos de aquellos fragmentos" (cf. Ob. compl., t. I, 
              lámina frente a la p. 64, que reproduce facsimilarmente la 
              página del comienzo de la silva en el Repertorio Americano, 
              octubre de 1826, p. 7). Es decir: la idea de un poema general es tal vez el primer 
              germen poético, muy anterior a la publicación de cualquiera 
              de las dos Silvas, una idea para la que Bello se va preparando 
              a través de la composición de los fragmentos que ahora 
              se publican como borradores. Pero cada vez que intenta dar forma 
              completa al poema, fracasa, y debe conformarse con extraer del conjunto 
              de papeles inéditos primero una, luego la otra Silva. 
              Cuando Bello habla de refundir las Silvas en un poema 
              no quiere decir que las Silvas sean anteriores a la idea 
              del poema. Pero sí que son primero como ejecución 
              o realización de una parte del proyecto general. Hay una 
              metáfora (que aparece en estos borradores y en la Alocución 
              a la poesía) que demuestra claramente la ambición 
              de Bello (escribir unas Geórgicas americanas) y su 
              conciencia de no estar, sin embargo, a la altura de la empresa: 
              En la "segunda" parte de estos borradores (p. 88) 
              dice así la versión "definitiva": Vendrá también el día en que 
              inspiradode las divinas musas,
 algún Marón americano ensaye
 los blandos tonos de la lira etérea;
 que a la hoz y al arado dicte leyes,
 y las granjas, las greyes
 ecuatoriales cante,
 y las dádivas mil con que la zona
 de Febo amada al labrador corona...
 El texto de la Alocución a la poesía (Ob. 
              compl., t. I, p. 48) dice: Tiempo vendrá cuando de ti inspiradoalgún Marón americano, ¡oh diosa!
 también las mieses, los rebaños cante,
 el rico suelo al hombre avasallado,
 y las dádivas mil con que la zona
 de Febo amada al labrador corona...
 Adviértase de paso que el fragmento de los borradores, a 
              pesar de haber sido situado por la Comisión Editora en la 
              "segunda parte" (es decir: en la correspondiente 
              a la silva A la agricultura), es antecedente de la "tercera", 
              o sea la Alocución.  Como demuestran sobre todo la "primera" parte 
              de estos borradores y algunos pasajes iniciales de la silva A 
              la agricultura, Bello soñó ser ese Marón 
              americano, ese Virgilio del nuevo mundo. Pero timideces de carácter, 
              cortedad de inspiración, dispersión fecunda de sus 
              inquietudes y de su actividad múltiple, le impidieron llevar 
              a cabo lo que proyectaba. De la idea a la realización hay 
              un abismo. La idea es grande, la realización son unas 
              cuantas cuartillas caóticas de borradores de las que él 
              mismo extrajo, en 1823 y en 1826, las dos Silvas. Lo que 
              impide que el prologuista vea este proceso tan simple es que también 
              se confunde con respecto al significado de otra palabra. Cuando 
              Bello habla de un poema, América, el prologuista piensa 
              en un poema épico. Repetidas veces discute ese posible poema 
              épico. Así en la p. xxvi señala que ya a comienzos 
              del siglo XIX había caído en desuso la creación 
              de poemas épicos (lo que está desmentido por el ejemplo 
              de Byron y de Hugo, grandes épicos del romanticismo) y sugiere 
              que tal vez Bello advirtió que cansaban, lo que asimismo 
              está desmentido por el hecho de que contemporáneamente 
              Bello está traduciendo un poema épico italiano, el 
              Orlandoenamorado (cuyos borradores se incluyen en el mismo volumen 
              que este prólogo), y que aún más tarde, en 
              Chile, inicia la composición de otro poema épico, 
              El proscrito, una de sus obras más originales. En 
              la p. xxxii afirma el prologuista que "Bello se arriesga 
              -diríamos- por un camino que podía considerarse 
              vedado a la musa épica, si había ésta de atenerse 
              a los severos cánones de la preceptiva seudoclásica", 
              lo que implica ignorar que por esa misma época, en varias 
              notas críticas de sus dos revistas londinenses, Bello había 
              señalado su opinión contraria a la aplicación 
              demasiado rígida de la preceptiva neoclásica.
 Estas dos aparentes contradicciones que descubre el prologuista, 
              y otras que sería tedioso detallar, derivan de una confusión. 
              Parece obvio que Bello no pensaba en un poema épico sino 
              en un poema descriptivo, un poema didáctico, unas Geórgicas 
              -género que estaba muy de moda en esta época. 
              Es cierto que en los borradores hay fragmentos sobre la reciente 
              historia de América y hasta algún canto a sus glorias 
              militares, pero estos fragmentos (que también pasan a las 
              Silvas) no son incompatibles con el género descriptivo. 
              En las Geórgicas también hay digresiones narrativas, 
              algunas tan famosas como la de Orfeo y Eurídice. Por otra 
              parte, aunque Bello es un gran admirador de Virgilio, no está 
              sometido servilmente a la retórica neoclásica, como 
              lo demuestran algunas de sus opiniones críticas de entonces. 
              Al reseñar, por ejemplo, la Revista del antiguo teatro 
              español, por Pedro Mendíbil (cf. Repertorio 
              Americano, t. I, p. 318), Bello censura precisamente al critico 
              español por haberse propuesto "cánones dramáticos 
              que, por su severidad, probablemente le harán sacrificar, 
              no sólo escenas, sino dramas enteros de mucho mérito" 
              (Ob. compl., t. 9, 1956, p. 725). Hay aquí implícita 
              una defensa de la libertad creadora del teatro español del 
              Siglo de Oro. En el mismo sentido se expresa también en otra 
              reseña del Repertorio (t. 3, pp. 313-314) al observar 
              con motivo de las Obras dramáticas y líricas de 
              Moratín: "Ojalá que la severidad de las reglas 
              que se ha impuesto no frustre en otros talentos menos privilegiados 
              las disposiciones que, con algún ensanche más, podrían 
              quizá contribuir a que la parte más racional de sus 
              reformas se adoptase con menos dificultad y repugnancia" 
              (Ob. compl., t. 9, p. 733). Lo que dice aquí Bello 
              de las famosas tres unidades del neoclasicismo puede extenderse 
              a las otras convenciones de la retórica de este movimiento. Por otra parte, basta una comparación entre los textos definitivos 
              de la Alocución a la poesía y la Agricultura 
              de la zona tórrida para comprobar que entre 1823 y 1826 
              Bello ha decidido prescindir de las figuras de la mitología 
              clásica. En la Alocución todavía paga 
              tributo a Marte y Apolo; en la Agricultura desaparece esa 
              discutida utilería. En realidad, entre una y otra silva Bello 
              sufre un proceso de modernización que es demasiado complejo 
              para ser expuesto aquí pero que no debe ser pasado por alto. 
              Baste señalar que en parte este proceso está motivado 
              por un contacto con escritores de la emigración española 
              que llegan a Londres a partir de 1823, y por un mejor conocimiento 
              de la literatura inglesa que se estaba publicando entonces. (Cf. 
              mi artículo "Andrés Bello y el romanticismo", 
              en Número, Montevideo, 1953, núms. 23/24, pp. 
              151-180). Es curioso señalar, por eso mismo, que en los borradores 
              aparecen copiosamente las figuras de la poética clásica: 
              Marte (pp. 13, 98 y 129), Baco (pp. 24 y 89), el Olimpo (p. 47), 
              Talía (p. 55), Vulcano (p. 61), Ceres (pp. 74 y 89), Apolo 
              (p. 122). A mi juicio, esto demuestra que buena parte de los borradores 
              es anterior a este proceso de modernización que podría 
              fecharse hacia 1824-1825. En su famosa Antología, Menéndez Pelayo estuvo 
              más cerca que este prologuista del proceso genético 
              de las Silvas al suponer que "publicada la Alocución, 
              y convencido sin duda el mismo Bello de su desigualdad, fue enfriándose 
              en la continuación del poema, y determinó aprovechar 
              la parte descriptiva de los fragmentos publicados, para una nueva 
              composición de más reducidas dimensiones, de más 
              unidad de plan, y de tal perfección de detalles, que hiciera 
              olvidar la obra primitiva, enriqueciéndose con sus más 
              bellos despojos". Es cierto que Menéndez Pelayo 
              tampoco advirtió ese proceso de modernización a que 
              me he referido, lo que no es extraño si se tiene en cuenta 
              su conocida ojeriza contra el romanticismo hispanoamericano y su 
              ceguera documentada ante los méritos de este movimiento. 
              Pero lo que es muy singular es que el prologuista no haya seguido 
              en esta interpretación a Menéndez Pelayo, ya que en 
              otros pasajes de su prólogo demuestra una admiración 
              ilimitada por el difundido polígrafo español, a quien 
              califica (p. xiv) de "crítico tan autorizado e insospechable", 
              y de quien destaca (p. xvii) "la voz inapelable de crítico 
              literario". Esto no le impide, sin embargo, transcribir 
              las palabras ya citadas de su admirado maestro sobre las Silvas 
              y refutarlas (p. xxii). Lamentablemente, el que tal vez tenía 
              más razón en este caso era Menéndez Pelayo. 
              Aunque su juicio no sea siempre "inapelable", su 
              intuición delproceso genético de las Silvas parece más correcta.
 Si me he extendido en detallar las limitaciones del prólogo 
              es porque creo que esta edición de Obras completas de 
              Andrés Bello es muy valiosa y hace honor sobre todo a los 
              esfuerzos editoriales de Pedro Grases. Por eso mismo, cabe lamentar 
              que en algunos casos los prólogos no estén a la altura 
              de los textos. El tomo primero, dedicado precisamente a las Poesías, 
              lleva una introducción de Fernando Paz Castillo que a pesar 
              de ser extensísima (pp. xxxvii-cxxxi) cala bien poco en la 
              creación poética de Bello. En este otro caso, el prólogo 
              del P. Barnola confunde más que ilumina el tema que pretende 
              tratar. Por suerte, los borradores están ahíy pueden ser estudiados independientemente. Una consideración 
              crítica de los mismos, a pesar de los problemas editoriales 
              ya apuntados, arrojará sin duda valiosas lecciones en el 
              futuro."
 EMIR RODRÍGUEZ MONEGALInstituto de Profesores, Montevideo.
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